XIII

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Llevaban aproximadamente diez minutos dentro del auto del peliblanco sin decir una palabra, sin mover un sólo músculo. Rin no dejaba de darle vueltas a lo recientemente descubierto.

Ella era la única solución.

Rin Hudson era la elegida para casarse con Sesshomaru en primera instancia. ¿También lo sabría toda su familia? ¿Y Kagura?

¿Sería capaz de sacrificar su libertad por salvar la de su prima? Si lo hacía, se convertiría en lo que había jurado destruir. No quería esa vida...había luchado contra viento y marea para alejarse de su apellido, de su país y ahora se enteraba de esto. Si no hubiese sido por sus padres ella hoy estaría en el lugar de Kagura.

- Rin...-

¿Debería hablar con ella? ¿Tendría el valor? No sabía qué hacer.

- Rin.- una cálida mano se posó sobre su rodilla. La azabache parpadeó y volteó a mirarlo. Como era ya habitual, su corazón se aceleró al ver que Sesshomaru la estaba mirando fijamente. Entonces pensó en la noche anterior y en cómo se sintió cuando él la besó. En cómo su cuerpo reacciona cuando él la toca o se acerca a ella.

Nunca se había sentido de esa manera. No había hombre que le haya sacudido el mundo cómo Sesshomaru lo hizo. Pero a pesar que tuvo encuentros memorables, nadie valía tanto la pena como para que se convirtiera alguien especial.

El que finalmente la desposara.

Había sido tanto su esfuerzo por ser diferente, que no podía dejar eso a un lado y humillarse ante su familia. Su celular marcaba casi las doce del mediodía, y con ello sabía que Sesshomaru debería ir a trabajar. Desvió su mirada al frente no queriendo hablar del tema. Era algo muy delicado para ella, era incómodo, era como un balde de agua fría. Hace segundos atrás, al conectar miradas con el hombre de ojos dorados, pudo notar que él se mantenía imperturbable. Como si la noticia no hubiese sido la gran cosa, como si de alguna manera fuera lo que él estaba esperando. Su mirada fría y sería, aunque con algún atisbo de preocupación por ella, la dejaba desconcertada.

¿Qué iba a hacer ahora?

Podía convencer a Kagura de irse con ella, de no casarse y desaparecer. Lo que pasara después con Sesshomaru y su empresa no era problema suyo.

¿No?

- Será mejor que nos vayamos ahora, o llegarás tarde.- Rin aclaró su garganta, no tocando el tema como si nunca hubieran descubierto otra alternativa para impedir la boda de Sesshomaru.

Pensó que el peliblanco diría algo, que reprocharía acerca de su negativa para hablar del tema, sin embargo, encendió el auto y, sin volver a decir una palabra durante el camino, dejó a la azabache en su casa.

- Gracias.- murmuró Rin. Sesshomaru la miró y, tomando su mano, la besó.

- De nada.- contestó. La joven suspiró y bajó del auto, cerrando la puerta detrás suyo. Asegurándose que aún lo escuchaba, bajó la ventanilla y habló en voz alta- En algún momento tendremos que hablar sobre lo de hoy. No te escabullirás de esto.- no le dió tiempo de responder, sino que se alejó rápidamente de allí. Inconscientemente no quería escuchar la respuesta

¿Hablar?

Ellos no tenían nada que hablar.

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Las horas, los minutos, los segundos pasaban torturantemente lento para la azabache. Ésta se encontraba sentada en la amplia cama de su lujosa habitación frente a la computadora, en ella estaba abierto un archivo Word totalmente en blanco. Rin estuvo tratando por más de media hora empezar a escribir sobre la antigua tradición de su familia, pero, por primera vez en sus años de escritora, nada se le venía a la mente.

Hilo Rojo. [+18] PAUSADA TEMPORALMENTE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora