XII

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La noche se hizo presente y el magnate millonario Sesshomaru Taisho se apresuró a tomar sus llaves para ir donde Rin. Le intrigaba demasiado aquello que la azabache quería hablar acerca del contrato, podría decirse que se encontraba desesperado por saber si ella tendría las respuestas necesarias para finalmente terminar toda la farsa del matrimonio con Kagura.

Ésta última observó todos sus movimientos, preguntándose dónde se iría.

Y con quién.

No era ninguna tonta, sabía el tipo de vida que hacía el peliblanco. Le entristecía que no tuviera al menos un poco de respeto hacia su compromiso, aún cuando sabía que él no quería casarse con ella. Sin embargo, Kagura llegó a pensar que tal vez Sesshomaru podría dejar de lado su activa vida sexual con mujeres desconocidas y conformarse con ella.

Pero lamentablemente, eso estaba lejos de suceder.

¿Tan divertido era? No sabía nada de eso, la pelinegra había sido criada para dedicar su vida al hombre que sus padres eligieran para ella. Si bien no podía mentir, ya que no era virgen, tampoco tuvo tantos pretendientes más que dos novios a escondidas por un par de años.

Le daba un poco de curiosidad saber qué se sentiría tener la libertad de estar con quien quisiera. Y ahí fue cuando recordó el coraje que había tenido su prima para hacer frente a la tradición Hudson e irse lejos de Japón. Kagura amaba a Rin, como si fuera la hermana que nunca pudo tener, pero una parte de ella la envidiaba al mismo tiempo. Rin Hudson tenía todo lo que ella deseaba: era alegre, simpática, empática con la gente que quería y sobre todo era extremadamente hermosa. Nunca pudo descifrar qué era, pero sus ojos a pesar de ser de un color convencional, tenían un brillo que te dejaba hipnotizado.

Su prima, además, era dueña de su propia vida, era independiente con un gran empleo, tenía su propio departamento y no le debía nada a nadie, hacía y deshacía a su antojo. Su vida era parecida a la de su prometido, pero...

Rin le había confesado el lado de ella que nadie era capaz de ver...su miedo a enamorarse, su miedo a su propio apellido. Esas cosas pasaban desapercibido para Kagura, a simple vista Rin Hudson no parecía para nada insegura, mucho menos con los hombres.

¿Y si...ella también se revelaba?

Quería a Sesshomaru, mucho. Aunque él no quisiera estar cerca de ella, la pelinegra había desarrollado una especie de apego. Pero luego imaginaba lo que sería de ella luego de ser desposada y no le agradaba la idea.

Estaba tan confundida.

Parpadeó un par de veces para aclarar sus pensamientos, y buscando a Sesshomaru con la mirada, se dió cuenta que éste ya no estaba. ¿Cuánto tiempo había pasado? Suspiró y se levantó del sillón, ahora pensando en qué podría comer.

Parecía que comería sola, otra vez.

Su teléfono sonó, era un mensaje de su madre.

"Mira esto, Kagura."

La mujer frunció el ceño y abrió la foto. Era una captura de pantalla, en ella aparecía una foto de una joven muy bonita, quién lucía un poco despeinada pero sonreía. Parecía solo vestir una camisa, pero no era cualquier camisa: la conocía perfectamente, pues era un diseño exclusivo que Sesshomaru había obtenido en su último cumpleaños. Además, había visto a esa chica dos o tres veces durante sus viajes en el avión privado de su prometido.

Ella era la azafata de ese avión.

Un nudo se le formó en la garganta, no podía dejar de mirar aquella foto. Se sentía humillada.

¡Que zorra!

Y él...¡Ugh!

Decidió no contestarle a su madre, no tenía ánimos ni hambre.

Hilo Rojo. [+18] PAUSADA TEMPORALMENTE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora