Capítulo 25

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Eva

Bea: ¡Buenos días! - grita mi enfermera nada más entrar a mi habitación. - ¡Hoy tenemos un muy buen día, señorita!

Eva: ¿Y a qué viene este buen día? - digo sin mostrar mucho interés, ya que normalmente es un buen día para ella. - 

Bea: ¡Adivina qué! - yo levanto las cejas en señal de que empiece a hablar. - ¡Hoy acabáis con el tratamiento! - Al principio me alegro por mí, ya que son tres semanas de tortura, pero después analizo la frase: Acabáis... - 

Eva: Espera, ¡¿qué?! - grito incorporándome. - 

Bea: ¡Lo que oyes! ¡Acabáis! Me lo acaba de confirmar su doctor...¡mañana podréis veros!

Un mar de energía positiva me inunda el cuerpo. Estaba pasando. Mañana, después de tres semanas, le vería.

Una enorme sonrisa se instala en mi cara.

Eva: ¿Es enserio?

Bea: - ríe irónicamente. - Eva, ¿por que iba a hacer broma de esto?

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Hugo

Hugo: ¡Adelante! - digo al escuchar que llaman a la puerta. - 

Sam: ¡Hola! - dice al entrar a la habitación. - 

Hugo: Hola Sam, por fin has llegado. - se acerca a la silla al lado de la camilla. - 

Sam: Dime, ¿qué necesitas?

Hugo: - suspiro. -  Mañana terminamos. 

Samantha se levanta de la silla de un salto y corre a darme un abrazo. 

Sam: ¡Hugo, eso es genial!

Hugo: Lo es. Por fin se acaban los chutes de suero incrustados en el brazo y los medicamentos constantes. Después de casi un mes.

Sam: Es genial, pero tengo una mala noticia. - le miro expectante y ella suspira mirando al suelo. - Se han escapado.

Hugo: ¡¿Qué?!

Sam: Sí, se han escapado. Encontraron el domicilio vacío. - yo no podía dar crédito. - Y lo peor, es que se sabe que uno de los participantes era el ex de Eva. 

Hugo: ¿Cómo? ¿Qué ex de Eva?

Sam: Se llamaba Adrián. No no, Andrés. Sí Andrés. 

Hugo: ¿Ella lo sabe?

Sam: De momento no. Los médicos nos han recomendado que debido al golpe si ahora le decimos eso su cabeza podría colapsar. 

Hugo: - suspiro. - Y ahora, ¿qué hacemos?

Sam: No lo sé, Malfoy. Pero la policía sigue investigando.

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Raúl

Raúl: ¡Corre, condenado, corre!

Las luces de la policía rodeaban el escondrijo. Se oían sirenas por todas partes y cómo se daban órdenes los unos a los otros. Tenía a cuatro hombres corriendo por el pasillo subterráneo detrás mía. Y a Andrés a mi lado.

Raúl. ¡Daos prisa, joder!

No teníamos mucho tiempo. Nos habían pillado. O mejor dicho, le habían pillado.

Finalmente, después de estar minutos corriendo bajo tierra, llegamos a nuestro escondrijo secundario. Mucho más alejado de la ciudad, y de nuestro escondrijo oficial. 

Siete mil millones de cosas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora