16. Medora

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Al día siguiente Impa llevó a Lea a las cascadas de Medora, a algunas millas de la torre donde los héroes, las brujas, las hechiceras, los shamanes, magos e incluso la realiza pUrifica sus cuerpo antes de tomar una decisión muy importante, o simplemente para aclarar su mente antes de entrar en labor.

-Aquí es donde deberás tomar un baño, ¿ves esa roca justo debajo de la cascada? Tendrás que sentarte ahí justo en medio para que el agua caiga en ti. Para eso necesito que te quites toda tu ropa y que te sueltes el cabello hasta que quedes completamente desnuda.

-¿Por cuánto tiempo?.-preguntó Estefanía.

-Por cuatro días seguidos.-dijo Impa con una mezcla de resolución y seriedad.

-¡¡¿¿Cuatro días seguidos??!! Pero el agua está demasiado fría, ¿no me puedo salir nisiquiera para comer?.-preguntó Lea asustada de verdad.

-Desde luego que no. ¿No recuerdas lo que dijo la anciana Yukiko? Deberás ayunar 4 días, y esos día son precisamente los días de baño en la Cascada Medora. Más te vale cumplirlos si quieres tomar la espada.

Lea no sabía qué hacer, quizá esta prueba sería aún más dura que la de la torre, ¡moriría de hipotermia seguramente! Había oído que gente muy entrenada podía darse baños en frías cascadas pero ella no tenía ni la fuerza ni la preparación para hacerlo y así se lo expresó a Impa.

-¿Pero qué quieres hacer entonces? La única opción que te queda es intentarlo.-dijo Impa con una mirada dura y fría como el hielo.

No. No había ningún dragón bondadoso que la salvara ahora, ni ningúna posible escapatoria de tan duro trabajo, ni siquiera el uso de la lengua de los dioses la salvaría ahora. Pero Lea no era cobardo y nunca lo había sido, así que prometió intentarlo, tan sólo en honor a la familia de Ari y al dragón EstUrión que le había encargado su raza, y eso era una gran responsabilidad…

-Lo intentaré, haré lo mejor que pueda, lo prometo.-anunció Lea con toda la determinación de la que fue capaz.

Impa le sonrió y sintiendo orgullo por Lea la palmeó amigablemente en la espalda y le dijo:

-Así me gusta, y ahora mi querida Lea, me voy al castillo, pero vendré todos los días a verte a medio día para ver como van las cosas, te traeré algo que quizá pueda ayudarte a pasar mejor esta prueba y verás que poco a poco…todo se hará más fácil. Pero tu prométeme que lo intentarás y no te moveras de aquella roca.

No podía prometer nada, pero Lea le dijo:

-Lo intentaré Impa, lo haré.

Y así Lea se quitó toda la ropa que traía puesta y se dirigió a la roca debajo de la grandísima cascada.

-Adios Lea. Sé que podrás hacerlo. ¡Ah! Y un último consejo: concéntrate en otra cosa mientras te bañas, quizá tus recuerdos te serán útiles.

Lea estuvo a punto de preguntarle a qué diablo se refería con eso pero Impa ya se estaba yendo y ya no la escuchaba, pues la yegua corría rápidamente. Fue entonces cuando Lea se sintió sola por primera vez desde que había llegado hasta el lugar, pero no por eso tuvo temor. Se dirigió al lago que se encontraba justo delante de la gran roca plana en la que debía sentarse y una vez que puso un pie en el todo en ella se estremeció: el agua era tan fría que dolía con el tacto, sintió como si mil agujas se clavaran en su piel y esto la hizo gritar, no sólo por lo que sintió sino por la desesperación de ver la gran catarata esperándola debajo de la roca con toda esa cantidad de agua bajando de las montañas nevadas de Hyrule.

Dio otro paso y sintió lo mismo pero trató de ahogar el grito en su garganta, esta vez sería valiente y pensó que quizá su cuerpo llegaría a acoplarse a la temperatura del agua, en algún momento.

La Leyenda de Lea I: El Espíritu del CorajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora