Prefacio

9.6K 428 62
                                    

Recorro las calles de Seattle en mi preciada Ducati, adoro andar en moto; cuando el aire me golpea el rostro y balancea mi cabello, es como si alcanzara un pequeño retazo de libertad. Aparco en mi sitio habitual y me dispongo a entrar; sin embargo, no puedo evitar detenerme frente a las enormes letras: Maxwell’s. Imponen demasiado. Mi legado es mi tortura. Luego, desvío la vista hacia la imagen; el rostro de mi hermana me devuelve la mirada de forma altiva; como si me reprochara mis decisiones.

Emito un largo suspiro.

Solo espero que el revuelo no sea demasiado grande.

—Oh, has llegado —mi madre me saluda sin dejar de evaluar a las modelos que desfilan una a una—. Comenzaba a preocuparme. ¿Por qué tienes que andar en el aparato ese del demonio?

Volteo los ojos ante la descripción de la moto. A estas alturas ya estoy acostumbrada.

—¿Cómo te fue en la universidad? —Moira Maxwell continúa haciendo preguntas sin esperar respuestas—. ¿Ya te has decidido? El programa de Diseño es excelente y los talleres de costuras ni hablar.

—Mamá…

—Todavía estás a tiempo de incursionar en el modelaje. Justo ahora se viene una muy buena campaña —las modelos se pasean con exuberantes vestidos llenos de brillo y lentejuelas que realmente encandilan.

«Odio el brillibrilli»

Mi madre no deja de parlotear sin siquiera girarse a observarme o escuchar mis llamados y la escena en conjunto está logrando desesperarme.

—Mamá…

—Puedes compartir beneficios con Kate y ser la imagen de la próxima colección de otoño; nada me haría más feliz…

—¡Mamá! —inmediatamente detiene sus palabras ante mi exclamación—. ¿Puedes escucharme, por favor?

—Dejadnos a solas —ordena a los presentes en la amplia sala de ensayo—. Y Susana… sigue ensayando hasta que seas como una pluma flotando en la pasarela.
»¿Qué sucede, Lysa? Boston es una de las mejores universidades del país y sus programas relacionados con la moda tiene muy buenas referencias…
Y otra vez vuelve a lo mismo. Moira Maxwell es una mujer estupenda. A veces me pregunto cómo maneja el trabajo y la familia tan bien; como madre no tiene precio y en su papel de jefa y diseñadora es insuperable. Pero cuando se le mete algo en la cabeza, no hay quien se lo saque.

—¡No estudiaré Diseño! —interrumpo su parloteo.

—¿Te has decidido por la costura? —Inquiere dubitativa; ambas sabemos que odio las agujas.

—Obviamente no —respondo automáticamente.

—¡Entonces serás modelo! —exclama con una enorme sonrisa. Tal parece que ese era su deseo desde el principio. Siempre quiso que mi hermana y yo nos dedicáramos al modelaje, de pequeñas nos vestía como muñecas y desfilaba con nosotras—. ¡Qué maravilla! Kate se pondrá súper contenta; seguro que no dudará en darte consejos y apoyarte…

—No, mamá —niego rotundamente—. No pienso modelar.

—Explícate mejor, Lysa, porque no estoy entendiendo un pimiento.

—No estudiaré Diseño, ni Costura, ni nada que tenga que ver con moda. Y definitivamente no modelaré —bufo. Lo he intentado, pero esta vida no está hecha para mí.

El Precio del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora