Capítulo 25

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Las lágrimas no se detienen mientras mi madre despotrica, maldice y camina de un lado a otro por la habitación.

Lo sabe.
¿Cómo es que lo sabe?
¿De dónde sacó esa foto?
¿Significa eso que alguien más nos ha visto?

—¿Cómo obtuviste esa foto? —logro formular.

—Después de todo lo que te he dicho, ¿solo se te ocurre preguntar eso, Melysa? —me examina indignada.

—Respóndeme, mamá.

—Un periodista. Hubieras sido la portada de todas las revistas y diarios de la ciudad. ¿Bonito, no? —se acerca a mí envalentonada—. ¿Cómo fuiste capaz? ¡Con el marido de tu hermana!

—No lo era cuando me enamore de él —aclaro—. Y puede que me haya equivocado, pero no me arrepiento.

Mi madre alza la mano nuevamente para pegarme y yo gustosa hubiese recibido la bofetada; sin embargo, se detiene a medio camino.

—Lo único que lamento de esta situación —continúo, dominada por una nueva ola de valor—es Kate.

—¡Por nuestro señor Jesucristo! ¡¿Qué voy a hacer contigo, Melysa?! —vocifera—. ¡Has perdido la razón! No importa si sucedió ahora o hace mil años; sigue siendo el marido de tu hermana. Sé que no he sido la mejor madre del mundo y no te he apoyado en muchas de tus decisiones, pero esto… es inconcebible. ¡Y Oliver! ¿Cómo pudo?

—Nos hemos enamorado —declaro con la voz colgando de un hilo—, ¿acaso es algo tan malo?

—Lo es, cuando hay alguien más de por medio —responde ella, haciendo uso de su autocontrol—. Y no estamos hablando de cualquier persona, sino de Kate. Vas a acabar con ese idilio en este mismo instante, Melysa Maxwell —ordena con su actitud impetuosa.

—¿Por qué? —cuestiono alterada—. Llevo toda la vida haciéndome a un lado para que los demás sean felices. Desde que supe del jodido compromiso, no he hecho más que luchar conmigo misma, reprimir lo que siento, esconderme. He intentado alejarme de todo y de todos; seguir adelante. ¡Por todos los cielos! ¡Me entregué a los brazos de otro hombre! Me he sacrificado por las personas que amo y por ello he pagado un precio bastante alto. Lo intenté, mamá; juro que lo intenté y no me sirvió de nada. Así que he decidido dejar de huir —concluyo—. Enfrentaré lo que venga y de una vez te advierto que no pienso ceder.

—¡Has enloquecido! —grita desesperada.

—Puede ser, pero ya he tomado mi decisión.

—¡¿Y ahora qué?! —se sienta en uno de los sillones y masajea sus sienes—. Jamás podré ver a Oliver de la misma forma. Ha jugado con mis dos hijas.

—Aquí nadie está jugando mamá —objeto—. Las cosas han sucedido de esta forma y créeme, nada de esto ha sido premeditado.

—¿Qué hay de tu hermana? —pregunta más calmada.

—Kate jamás será feliz al lado de un hombre que no la ama —aludo. Es lo que me digo cada noche antes de dormir—. Dime algo, como su madre, ¿no crees que ella merece algo mejor que una vida de apariencias? Mi hermana necesita alguien que la haga vibrar, que la saque de su zona de confort y derrumbe todos esos muros que ha construido a su alrededor.

—La vida es mucho más complicada, Melysa —resopla—. Y puedo asegurar que te estás equivocando. Con tantos hombres que hay en el mundo, ¿por qué, Oliver?

—Esa fue la misma pregunta que me hice la primera vez que vi a Oliver y a Kate besarse —expreso con un amago de sonrisa—. No tienes idea de cuántas veces me lo pregunté.

—¿Y por qué esperaste tanto para actuar? —interroga.

—Por cobarde —respondo con toda sinceridad—, por equivocada y sí, también por estúpida.

El Precio del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora