Capítulo 39

3.4K 275 14
                                    

Llego a mi departamento directo a la cocina. Rebusco un frasco de mantequilla de cacahuete, una botella de agua y me acuesto en el sofá. Cuatro días durmiendo pocas horas en un hotel o en la clínica me tienen con el cuerpo agarrotado.

Sacudo mis pies dejando volar a mis tacones. No hay nada como el hogar. Abbey continuará ingresada en la clínica hasta mañana. Philippe se quedará con ella. El resto dormiremos la primera noche entera en días. Luego de la operación de la señora Saunders, se emitió un comunicado especial y la euforia de la prensa se ha calmado un poco; razón por la cual hemos regresado a nuestros respectivos hogares.

—Hola a ti —diviso la figura de mi mejor amiga.

—¿Qué pasó con la regla de tocar antes de abrir? —me mofo. Ella sigue su camino, ignorándome completamente. Se sienta a mi lado y prácticamente me arrebata la mantequilla de las manos—. ¡Oye! —protesto.

—Uhmm, delicioso.

—¡Fabiola!

—¿Qué? —enarca una ceja—. Sabes perfectamente que no puedes comer esto. Demasiada grasa para ti.

—Eres la peor amiga en la historia de los amigos —murmuro—. ¡Y así quieres ser la madrina del intruso!

—Ambas sabemos que lo seré —expresa como si nada.

—Mi bebé te odiará si no le das lo que desea de comer —refunfuño.

—Me amará igual que tú y el resto del mundo.

—Ya tienes el ego por las nubes.

—Mi nombre es Fabiola y soy adorable. Todos me aman.

—Lo que tú digas —me doy por vencida.

Con ella es imposible discutir. Me acomodo mejor sobre el sofá mientras estriego mis ojos.

—¿Cansada?

—Ni te lo imaginas —resoplo—. Quiero dormir durante cien años como la bella durmiente.

—¿Y despertar con el beso del príncipe?

—Pues, no estaría mal —concilio—. Siempre y cuando se llame Oliver y se apellide Saunders.

—Estás completamente perdida —habla como si se tratase de algo malo—. Descansa tus ojos unos minutos. Te prepararé la tina para darte un baño relajante. Luego te prepararé una cena decente y acorde con tu dieta. Para cuando termine, puede que tu amado príncipe encantador haya llegado.

—Esa es una propuesta genial —le aplaudo ridículamente—. Solo por eso ya te has ganado ser la madrina de pequeño intruso.

—Como he dicho, el mundo me ama.

Cierro los ojos, cubriéndolos con un brazo. Solo descansaré la vista. Quiero estar despierta cuando Oliver llegue. Solo si duerme a mi lado me quedaré tranquila. Él ha descansado muy poco, casi nada. Luce bastante estresado. Solo espero que las aguas se calmen con el alta médica de Abbey. El tratamiento continúa, pero lo peor ha pasado.

Escucho el sonido del timbre y automáticamente maldigo mis antepasados. Oliver tiene una copia de la llave —la hizo unas semanas atrás—; por tanto, no es él.

El Precio del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora