Llevo la enorme pila de archivos hacia el escritorio de mi secretaria.
—Fabiola, necesito que revises estos expedientes. Déjalos organizados y resalta con marcador lo que creas que nos puede ayudar en el caso Rogers…
—Tienes que estar bromeando —murmura para sí misma—. ¿Para cuándo lo necesitas?
—Para ayer —respondo con un gesto serio.
—¡Cómo no! —resopla tomando la primera carpeta. Fabiola puede ser muy expresiva y protestona; pero asume sus deberes con seriedad y cumple con su trabajo—. Más vale que me ponga con ello de una vez, si quiero salir temprano.
—Sabia decisión.
—La próxima vez nos vamos nosotras de viaje y los hombres se quedan —comienza a despotricar y yo me alejo riendo. Debería estar acostumbrada a ella y sus arrebatos, pero no lo estoy.
—Señor Hunt —saludo al susodicho en el corredor—. ¿Cómo le va?
—¡Lysa! —me saluda con demasiado entusiasmo—. Podría estar mejor. ¿Qué tal va todo por aquí?
—Pues no nos podemos quejar —contesto con una amable sonrisa—. Aunque no sabía que teníamos cita.
—Oh, no. No he venido por trabajo —me corrige—. He venido por…
—¿Allan? —mi colega Ros Bolton aparece en escena—. Has llegado muy temprano.
—Bueno —interviene nuestro cliente—, he terminado un poco antes de lo esperado.
—Todavía me queda un par de pendientes… —alega la abogada.
—Tranquila, puedo esperar.
Ambos continúan en su plática personal, ignorando mi presencia. Es como si el resto del mundo hubiese desaparecido.
«Vaya, vaya. Aquí hay tela»
—Entonces, me retiraré —intervengo—. Fue un gusto verlo, señor Hunt.
—A estas alturas deberías llamarme por mi nombre de pila, Melysa —alude el mismo.
—Lo tendré en cuenta. Espero que tengáis buena tarde.
Entro a mi oficina, no sin antes observar de reojo a mi mejor amiga, quien me devuelve la mirada perspicaz. La ha pillado al vuelo. Ros y Hunt… Hay que ver las vueltas que da la vida. Espero que lo suyo resulte.
El sonido inconfundible de Impossible resuena sobre mi mesa y automáticamente descuelgo el móvil.
—Salam alaikum, señor Saunders.
—¿Estás estudiando árabe, colega? —pregunta divertido.
—Siempre se puede aprender algo nuevo —de estar frente a él, me encogería de hombros—. ¿Qué tal la noche?
—Eterna —contesta—. Veinticuatro horas lejos y ya te echo de menos.
—Eso ha sido cursi —señalo con una sonrisa bobalicona en mi expresión.
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El Precio del Amor
Romance¿Qué puede ser peor que amar a tú mejor amigo en silencio? Pues que ese amigo se case con tu hermana. Melysa se enamoró de Oliver desde el primer momento en que le conoció. Fue algo instantáneo, a primera vista. Sin embargo, nunca se atrevió a admit...