Capítulo 26

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Intento seguirle el paso a mi mejor amiga; sin embargo, me resulta imposible. Estoy fatigada y demasiado cansada para seguir.

—Paremos aquí, Fabiola —pido sin aliento—. No puedo más.

—¿He oído bien? —inquiere, aunque hace de buena samaritana y detiene la carrera. En mala hora decidí correr al aire libre—. ¿Melysa adicta a los ejercicios Maxwell quiere parar? Estás de ingreso, amiga.

Me siento en una banca frente al puerto. Son casi las siete de la mañana y el ferry se encuentra a punto de zarpar. Bebo de mi botella de agua mientras mi amiga se sienta a mi lado.

—Supongo que las malas noches comienzan a pasar factura —proclamo—. Mi madre no ha contado nada.

—Te dije que no lo haría —insinúa ella—. Conozco a Moira Maxwell y le tengo mucho cariño. De niña me obligaba a llamarle tía. Sé que tiene lo suyo, es regia, controladora y no ha sido la mejor madre…

Ahí está la Fabiola Taylor que adoro; la chica que no tiene pelos en la lengua para decir lo que piensa. No siempre me dice lo que quiero escuchar, pero sí lo que necesito.

—Pero te quiere y se preocupa por tu felicidad tanto o más que por la de Kate.

—Mi madre siempre ha hecho distinciones entre mi hermana y yo. Kate terminó siendo lo que ella siempre deseó y ni siquiera la presionó. Todo lo contrario de lo que hizo conmigo. Quizá su insistencia fue el motivo por el cual aborrezco el mundo de la moda.

—Eso lo es cierto —intercede Fabiola—. Odias las cintas y los lazos desde que tienes uso de razón. Siempre andabas con Oliver y su grupito de machitos alfa y no había quién te ganara a las canicas. Te llamaban marimacho. Moira siempre tuvo el temor de que te desligaras de la empresa familiar, y con razón.

Ambas nos quedamos admirando el paisaje en silencio.

—¿Sabes por qué creo que tu madre os trata diferente a Kate y a ti? —añade—. Porque has sido la descarriada, la rebelde desde un principio y eso le hace pensar que necestas de ella. También porque eres la más sensible y la más callada… a veces.

—¿Eso qué quiere decir? —pregunto al sentirme un poco perdida.

—Que solo abres la boca para soltar bombas, querida. En cambio, Kate… es la fuerte, la de la cabeza fría y aunque soy consciente de que su actitud de Reina de las Nieves es solo una coraza; tal vez tu madre piense que no la necesita tanto como tú. Aunque sois hermanas sois completamente diferentes y así os trata Moira.

—Tu suposición no tiene mucho sentido, Fabiola —señalo. Ahora me he hecho un desastre en la cabeza.

—Es una idea confusa y tal vez un poco incoherente —admite—, pero no está muy lejos de la realidad.

—Bueno, teniendo en cuenta lo fácil que suelo equivocarme, puede que tengas razón.

—Siempre encuentras la forma de redireccionar tus errores —expone.

—U otros la encuentran por mí —añado. A fin de cuentas, fue Oliver quien dio el paso al frente esta vez—. Le ha pedido el divorcio.

—Ya era hora —profiere Fabiola—. Todo va bien, Lysa. Ya solo os queda hablar con Kate.

—Y nuestros padres —prorrumpo—, dar ruedas de prensa, enfrentarnos al escándalo público. Ya imagino los titulares.

El Precio del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora