Capítulo 33

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Como siempre, mamá no tiene pelos en la lengua a la hora de hablar.

—¿Qué pasa con Oliver y contigo?

—¿Qué pasa de qué? —me hago la inocente.

—Es evidente que no estáis juntos —prosigue—. ¿Habéis tenido vuestra primera pelea de novios?

—Oliver y yo no somos novios, ahórrate el sarcasmo —replico molesta—. Y no es nuestra primera pelea, es la definitiva. He cortado con él. Tenías razón en todo, mamá. Existen demasiados impedimentos entre nosotros.

—Lysa, yo…

«Lysa», son pocas las veces que me llama de esa forma. Sin embargo, no dejo que continúe. Estoy cabreada con ella y con el resto del mundo; porque aunque arruiné todo con mi estupidez y mis equivocaciones, lo intenté. En cambio, mi madre ni siquiera vio la posibilidad de que funcionase; aunque no dijo nada, se encargó de augurar mi fracaso.

—Ahórrate la charla motivacional. Una vez más me demuestras que siempre tomo la decisión equivocada. Seguro estarás dando gritos de satisfacción mentalmente.

—Lysa…

—Te he llevado la contraria en todo, mamá —vuelvo a cortarle— y hasta ahora me había salido con la mía. Pero esta vez me salió el tiro por la culata. No puedo estar con el hombre que amo y creo que seré infeliz por el resto de mi vida. Ahora puedes estar contenta.
Me suelto bruscamente de su agarre y me dirijo hacia el auditorio, dejando a Moira Maxwell con la palabra en la boca. Vuelvo a mi asiento y disfruto de lo que queda de desfile. Incluso pruebo el zumo de piña, el cual mi estómago recibe agradecido. Tal vez no haya actuado bien al desquitar mi rabia con mi madre, pero me siento mucho mejor después de hacerlo.

Mis padres sonríen mientras conversan con los Saunders y me deleito unos minutos observándoles. Los cuatro son afortunados al haber encontrado el amor y haber sabido mantenerlo. Mi mejor amiga y su chico son otro par de suertudos; novios desde el instituto y enamorados desde el primer día a pesar de que han cortado más veces de las que puedo contar. Desvío la mirada hacia mi adorado tormento y algo en mi se rompe al ver su expresión perdida. Mi supuesta cobardía realmente le afectó. Parece tan miserable como yo; sin embargo, algo cambia cuando Kate toma su mano y le mira con cariño, como si le diera ánimos. Su facciones se ablandan adoptando un gesto más cálido y el dolor de cabeza regresa junto a las náuseas.

—No te rindas, cariño —susurra Abbey a mi lado y volteo a verla con un gesto confundido—. Por muy difícil que parezca la batalla, no te des por vencida —sigo su campo de visión y me encuentro con la misma escena que contemplaba hace unos segundos.

«Lo sabe»

—Confío en ti, cielo. No me decepciones.

Se aleja sin dejarme pronunciar palabra.
Kate y Oliver siguen en lo suyo mientras cierro los ojos. No puedo verlos, así que me dirijo hacia la barra y pido otro zumo de piña. A este ritmo, no saldré del baño. Llevo veinticuatro horas con el cuerpo a base de líquidos. Esperemos que la supuestamente deliciosa cena de cinco estrellas michelín abra mi apetito. Mi padre ha reservado en el mejor restaurante de la ciudad para celebrar el triunfo del desfile. La reserva cubre todo el servicio; por tanto solo nos encontramos nosotros en el lugar.

—La cena se encuentra lista —anuncia el maitre.

—Esperaremos por Killian —informa mi madre—, no debe demorar.

—¿Qué pasa, familia? —hablando del Rey de Roma, el susodicho aparece en el lugar con una sonrisa demasiado amplia para mi gusto. Sus ojos se encuentran cubiertos por una capa cristalina brillante; lo cual me indica que ha continuado bebiendo.

El Precio del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora