•Capitulo 18•

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NUEVA YORK
ALGUNOS MESES ANTES…
Álvaro.

Estaba allí todo en blanco y negro. En la portada, bien centrado y sin anuncios.
A pesar de que los hechos estaban desvirtuados y que The New York Times se había olvidado una vez más de publicar mi foto, el daño al bufete, García y Hart estaba hecho. Y sabía exactamente lo que estaba a punto de ocurrir paso a paso.Había visto muchas veces cómo ocurría en esta ciudad.
Para empezar, los mejores clientes que habían jurado que siempre permanecerían a tu lado llamarían y dirían de repente quehabían encontrado otra persona que los representara. Después, los empleados empezarían a presentar su dimisión, pues sabían quetrabajar en un bufete que había caído en desgracia sería un obstáculo para sus carreras. Más tarde, llamarían los inversores que,aunque fingirían simpatía, denunciarían públicamente a la firma ante los medios de comunicación y retirarían sus fondos a unavelocidad de vértigo.

Por último, desafortunadamente, estaba seguro de que me convertiría en otro exitoso abogado que había arruinado su carreraantes incluso de que pudiera despegar.

- ¿Cuánto tiempo más tienes pensado seguir acosando a Emily ? - Preguntó el investigador privado que había contratado y quecaminaba a mi lado.

- Es mi hija. No estoy acosándola.

- Doscientos metros. - Encendió un cigarrillo. - No puedes acercarte más.

- ¿Están tratándola bien esta semana?
Suspiró y me entregó un montón de fotos.

- Guardería privada, las primeras clases de ballet y fin de semana en el parque, como puedes ver. Está bien.

- ¿Sigue teniendo pesadillas por la noche?

- A veces.

- ¿Todavía llora porque quiere verme? ¿Aún…?

Dejé de hablar cuando los ojos verdes de Emily se encontraron con los míos entre los columpios cristalizando los míos. Dio un chillido, saltó al suelo ycorrió hacia mí.

- ¡Papiiii! ¡Papiiii! - gritó, pero la detuvieron antes de que se acercara más. La llevaron en volandas al interior de un coche justocuando se ponía a llorar.

«¡Joder…!».

Al instante me senté en la cama, dándome cuenta de que no estaba en Central Park, no estaba en NuevaYork, sino en Durham, Carolina del Norte, y acababa de tener una pesadilla.

Al echar un vistazo al reloj de la pared, vi que apenas era la una. El calendario que había encima soloconfirmaba que llevaba demasiado tiempo viviendo allí.
Ahora ya no me valía de nada la investigación que había realizado seis años antes para sopesar los prosy los contras. No servía lo que había averiguado sobre la trayectoria de los bufetes más importantes o los
perfiles que había seleccionado en Date-Match. El apartamento que me había comprado apenas ofrecía lo que anunciaba, solo quedaba una firma digna de mi tiempo, y el mar de mujeres que podía tirarme disminuía día a día.

Apenas unas horas antes, había acudido a una cita con una que decía ser profesora en una guardería con inclinación por el color rojo y las novelas históricas. La realidad me había mostrado una mujer daltónicaque me doblaba la edad, que solo quería recordar lo que se sentía cuando se tenía a mano una buena polla. Frustrado, me levanté de la cama y recorrí el pasillo, deteniéndome para enderezar las imágenes con laE y la A que colgaban en la pared. Iba a necesitar beber algo más de lo habitual para superar esa noche, y estaba empezando a cabrearmellevar tanto tiempo sin poder follar con nadie.
Me serví dos chupitos de bourbon y los vacié de golpe. Antes de que pudiera servirme más, me vibró elmóvil. Era un correo electrónico.

Rompiendo Mis Protocolos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora