•Capitulo 31•

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Duda razonable (n.): No poder concluir con total certeza, y más allá de toda duda, que alguien es culpable.

Seis años antes.

Álvaro.

Vivir en Nueva York siempre era extraordinario. Todos los días podía descubrir algo nuevo, algo que no
había visto antes. A pesar de que todavía me envolvía la eufórica sensación de haber ganado uno de los casos más
importantes del estado, seguía tratando de encontrarme a mí mismo tanto personal como profesionalmente. Me había dado cuenta de que la popularidad siempre me eludiría, pero prefería que me infravaloraran a que me sobrevaloraran. Al oír un fuerte golpe en la puerta, dejé el libro de jurisprudencia sobre la mesa de café. Era el mismo
ruido molesto y familiar que utilizaba siempre manuel, mi mejor amigo.

- ¿Sabes? No puedes seguir presentándote en mitad de la… - me interrumpí al darme cuenta de que no
era Manuel , sino un hombre y una mujer vestidos con trajes grises.

- ¿Es usted Antonio Morte? - preguntó la mujer.

- ¿Quién quiere saberlo?

- ¿Es usted Álvaro Antonio Morte? - repitió el hombre con severidad.

- Depende de quién quiera saberlo. - Los dos parpadearon. - Sí - dije finalmente.

- Pues dese por notificado. - La mujer me puso un grueso sobre azul en la mano, era la décima vez que me pasaba esa semana.

- ¿Se trata de algún tipo de broma? ¿Está The New York Times tratando de cabrearme de nuevo? - Ellos se miraron, sorprendidos.

- Solo estaba haciendo mi trabajo - expliqué. - Pero si quieren continuar siendo ruines negándose a imprimir mi imagen durante el resto de la vida de su periódico, me parece bien. Lo cierto es que lo prefiero. Pero enviarme un paquete cada día de la semana…

- La Comisión federal del Mercado de Valores no gasta bromas - aclaró la mujer antes de que ambos se alejaran.
Cerré la puerta y llamé a Manuel al instante.

- Más vale que sea una emergencia - respondió - ¿Sabes qué hora es?

- ¿Hemos cabreado a algún cliente últimamente?

- Por supuesto. ¿Por qué?

- La Comisión federal del Mercado de Valores me acaba de enviar otro sobre.

-. ¿Llegaste a abrir alguno de los otros? - preguntó.

- Dos. - Me acerqué a la mesita de café y abrí un cajón - Un cliente llamado Ferguson afirma que no hemos puesto su dinero en fideicomiso. Así que nos demanda por cinco millones de dólares y
supuestamente se ha puesto en contacto con otros clientes. ¿Nos ha contratado alguien llamado Ferguson?Tenemos tres clientes con ese apellido. - ¿Hemos cabreado a alguno de ellos?

- No que yo sepa. - Parecía muy seguro - Estoy convencido de que se hubieran puesto en contacto con nosotros antes de presentar cargos, ¿no crees? ¿Estás seguro de que no se trata de The New York Times gastándote una broma pesada? Es la décima notificación que recibes.

- Es lo primero que pregunté. Me aseguraron que no se trataba de eso. - Permanecimos en silencio durante unos segundos.

- Se trata de ellos - dijimos al unísono.
- Lamento haberte llamado a estas horas.
- Metí el sobre en el cajón con todos los demás -  Hablaremos más tarde.

Colgué

- ¿Papi? - Emily entró en el salón y se acercó a mí frotándose los ojos -  ¿Puedo ir a jugar?

- Emy son las tres de la madrugada. - Negué con la cabeza. - ¿En qué estás pensando?

- Quiero jugar… - Sonrió y me lanzó una de esas miradas que hacía que fuera incapaz de decir que no. Le sonreí y la besé en la frente, pensando a dónde podríamos ir a esas horas. Central Park estaba fuera de consideración, así como cualquier otro parque. Había una tienda de donuts abierta veinticuatro horas
cerca de casa y podíamos ir a… Cambié de idea con rapidez. Manuel había creado para ella una sala de juegos en el bufete. Una habitación el doble de grande que la de ella. Había dicho que eso me impediría poner como excusa que tenía que ir a ver a Emily cuando tuviera que enfrentarme a casos exigentes.

Rompiendo Mis Protocolos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora