•Capitulo 34 ( final)•

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NEW YORK,

SEIS AÑOS DESPUÉS...
Álvaro.

Me puse de pie en el aula, en la universidad de Nueva York, contando los segundos, preguntándome por qué había aceptado ese trabajo.

- ¿Alguna pregunta? - miré el reloj. Algunos alumnos alzaron la mano. - Solo voy a responder a tres preguntas.

Señalé a una joven de la primera fila.

- Usted, ¿qué quiere saber?

- Mmm… - Se sonrojó. - Buenos días, profesor García  Me llamo…

- Su nombre no me importa. Diga su pregunta.

- Mmm… Han pasado ya dos semanas desde que comenzó el semestre y todavía no nos ha dado el programa… - La ignoré y señalé con el dedo al tipo con aspecto de deportista de la última fila.

- ¿Y bien?

- Tampoco nos ha dicho qué libros vamos a necesitar…

- ¿Hay alguien en esta clase que conozca la definición de la palabra «pregunta»? - Elegí al último universitario, un pelirrojo que se había sentado junto a la venta. - ¿Sí?

- ¿Es cierto que estamos obligados a seguir un turno para traerle el café todos los días? - Miré la taza que tenía encima del escritorio y la hoja donde aparecía el nombre del alumno que la había
traído hoy.

- No es obligatorio - repuse, recogiendo la taza. - Pero si se olvida de traerme el café, me aseguraré de que toda la clase lo lamente.

Lanzaron un gemido colectivo y movieron la cabeza. Algunos de ellos todavía tenían la mano levantada, pero ya había sonado el timbre.

- Lean de la página 153 a la 260 para la próxima clase. Espero que entonces conozcan los pormenores de cada caso. La clase ha terminado.

Salí sin añadir nada más. Cuando me metí en el coche, me di cuenta de que había recibido un correo electrónico.

Para: Álvaro.
Gracias por enviarme esa nota tan poco apropiada con las flores de hoy. Todos mis compañeros de baile saben ahora que todavía tenemos que follar en el cuarto de baño nuevo. ¿Es que no te das cuenta de que eres ridículo?
- itziar.

Para: itziar.
De nada por las flores. Espero que te hayan gustado. Y lo que te he enviado no era una nota, era una orden que debes acatar en las próximas horas. ¿Por qué no reconoces que te ha encantado?
- alvaro.

Podía imaginármela poniendo los ojos en blanco ante mi último mensaje mientras aceleraba el coche en dirección a la casa que compartíamos. Aunque había pasado allí los últimos seis años, seguía intentando tolerar las cosas que una vez odiaba, cosas que me molestaban cada vez menos, pero todavía me quedaba un largo camino por recorrer. Algunos recuerdos no pueden ser reemplazados…
Sin embargo, itziar estaba completamente fascinada y cautivada por esta ciudad. Cuando no estaba de
gira con la compañía de ballet, insistía en que conociéramos todos los restaurantes, teatros y atracciones turísticas posibles, tratando de conseguir que me enamorase de todo otra vez. Aparqué delante de la casa de ladrillo rojo que acabábamos de adquirir en Brooklyn y subí los escalones.

- ¿Itziar? - la llamé mientras abría la puerta -  ¿Estás aquí?

- Sí - respondió desde algún punto lejano. - y no estoy en el cuarto de baño.

- Ya lo estarás. - Caminé por el pasillo y solo me detuve cuando la vi colgando otra fotografía en su despacho. Las paredes estaban cubiertas de imágenes de ella de pie en el centro de un escenario, una imagen diferente por cada vez que había estrenado una producción.

Rompiendo Mis Protocolos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora