Agridulce

Sola

Habían pasado 2 días desde la partida del señor Timberlake, faltaba poco para que volviera, pero, sin embargo, eso no la hacía sentir mejor.

No era de sorprender que era una mujer sensible, durante esos 2 días, Poppy procuro estar en un ambiente tranquilo y relajado, y aunque para algunos fue difícil, sobre todo para Barb, colaboraron con ella, sabían que el único remedio eficiente a su ansiedad y ataques de pánicos era Ramón, y con él lejos, podría pasar cualquier cosa.

Era de madrugada, todos dormían plácidamente y la mayoría de sirvientes estaban en sus casas, salvo por Wani, Zuki y unos cuantos más, que vivían ahí, mientras, la rosada estaba en su propia habitación, pero no estaba durmiendo tranquila; su cabeza daba vueltas y se mostraban imágenes horribles de su vida pasada, su cuerpo estaba repleto de sudor y temblaba de miedo y frio, tenia una expresión asustadiza y nerviosa, mientras sentía todo lo que alguna vez sintió de joven.

Pánico, tristeza, dolor, impotencia, el miedo constante de saber que tu vida esta en la voluntad de personas que te ven como si fueras un animal que sacrificarían cuando sean, cada sensación y sentimiento era idéntico, podía jurar que hasta escuchaba el tintineo del metal de sus cadenas y los relinchidos de caballos que casi caminan sobre ella, la sensación del polvo en cada poro de su piel y pulmones, el verdadero agotamiento físico y mental, los gritos de sus compañeros y de sus dueños que le pedían que se esforzara más, incluso recordó esas horribles manos recorrer su cuerpo como si fuera un objeto para satisfacerlo, era una pesadilla, que fue obligada a vivir casi toda su vida, de pronto en lo que parecía un latigazo en su sueño hizo que despertara de golpe, respirando agitada y asustada, se giro a todos lados buscando aquello que le daba consuelo, pero él no estaba, no estaba con ella, mientras su respiración se aceleraba y su corazón amenazaba con romper sus costillas y pecho, Poppy solo pudo llorar y sentarse para intentar respirar, no había nadie que la ayudara en ese momento, no estaba Ramón, ni Barb, ni nadie, se sentía como la misma niña asustada que se refugiaba en los polvorientos establos de sus propios demonios, de nuevo, estaba sola.