40. Epílogo

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CHARLIE

Seis meses después.

A veces Charlie se sentaba en la pequeña muralla que separaba la acera de la playa y bebía su café.

Estaba a sólo cinco minutos de su piso compartido y quedaba a medio camino hacia el campus de la universidad.

Cuando tenía clases por las mañanas solía detenerse un momento antes de entrar, pero ahora que estaba de vacaciones podía sentarse todo el tiempo que quisiera, porque no tenía muchas cosas que hacer.

Andy, Jade y Alana tenían otro de sus torneos y a Charlie no le apetecía volver a casa sólo para ver a sus padres, por más que los extrañara un poco.

Pero al menos tenía la playa para ella. Y el amanecer.

—Eso es melancólico —dijo una voz masculina detrás de ella.

—¡Cállate, idiota!

Oyó un golpe y luego a la voz quejarse.

Charlie se giró un poco y se encontró con tres figuras a la distancia.

Andy, Jade y Alana, los tres abrigados de pies a cabeza y acercándose a ella. Jade había atrapado a Andy entre sus brazos y ella intentaba zafarse de su agarre, pero estaba riendo tanto que apenas pudo resistirse. Alana se mantenía a una distancia prudente para no ser pateada por Andy por accidente.

Entonces Jade se detuvo junto a ella y dejó caer a Andy sobre la arena, junto a los pies de Charlie. Ella se quejó de dolor, pero cuando abrió los ojos y vio a su novia sonrió.

—Hola, amor —la saludó desde el suelo, con un ojo abierto y el otro cerrado por el sol que le daba en la cara. Su nariz estaba rosada y su cabello ahora con arena—. Te daría un beso, pero creo que se me ha roto la columna.

—Está jugando —le aseguró Jade sentándose a su lado—. Se golpea más fuerte en los partidos y se levanta como si nada.

—¿Es café? —Alana se colocó a su otro lado y se inclinó sobre la taza térmica de Charlie para oler—. Tengo hambre.

—Comamos algo —Andy se levantó de golpe para sentarse sobre las piernas de su novia.

Alana tomó la taza y Charlie sólo pudo sostenerla para que no se resbalara de sus piernas.

—¿Qué están haciendo aquí? —dijo finalmente.

—No esperabas que pasáramos la última semana de vacaciones en casa ¿O si? —fue la respuesta de Andy. Bajó la cabeza para verla y le dio un beso en la frente—. Estos meses han sido aburridísimos sin ti. Tengo una pila de tareas pendientes ¿Y sabes qué es lo peor?

—¿Qué? —pregunto con una sonrisa amenazando con salir.

—Que tengo que hacerlo todo por mi cuenta —rodó los ojos—. ¿De casualidad no quieres ayudarme?

Charlie soltó una carcajada y la abrazó. Había pasado tanto tiempo desde que pudo abrazarla que casi olvidaba lo reconfortante e inquieta que era.

Ahora tenía el cabello un poco más largo y se veía más atlética. Pero seguía siendo la misma.

—Claro que no.

—¡Por favor!

—¡Que no! —Se levantó y Andy protestó cuando se tuvo que apartar—. Vamos a comprar algo para comer. Deben de estar hambrientos.

Esas fueron las palabras mágicas. Andy se colgó de su brazo y comenzó a sugerir qué cosas podrían comer.

Jade y Alana se tomaron todo el camino para convencerlas a ambas de que el mejor plan era pasar la tarde haciendo maratón de un anime que ninguna conocía.

Charlie intentó seguirles el hilo a los tres, pero a veces sus voces se llegaban a superponer y no los comprendía. Pero aún así, estaba feliz.

Ella no pudo ir a casa, pero su casa vino a ella.

FIN.

¿Escuchas Girl in Red? | YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora