10. Reforzamos la amistad

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No sé por qué la besé.

Supongo que me lo tomé como un desafío, o sólo aproveché la mínima oportunidad que tuve para hacer algo que rondaba por mi cabeza hace mucho tiempo.

No me di cuenta de que ella me estaba correspondiendo hasta que sentí una de sus manos aferrándose a mi cintura debajo de la chaqueta.

Debí de haberme separado en ese momento. Debí haber tomado consciencia de lo que estaba haciendo y recapacitado. Pero no había nada que recapacitar, dijo mi cabeza, y continué.

Sus mejillas estaban calientes bajo mis manos pero la punta de su nariz estaba helada. Su flequillo me hizo cosquillas, al igual que sus dedos en la espalda.

Entonces ella se separó para tomar aire y yo la miré. Las dos nos miramos.

¿Qué acababa de hacer?

Intenté apartarme hacia atrás y me golpeé la parte trasera de la cabeza contra el borde de la cama. Noah jadeó del susto y yo me levanté como pude para subir sobre el colchón. Ella se sentó y levantó la cabeza para verme, con las palmas pegadas al suelo.

—¿Estás bien?

—Lo siento mucho, en serio. —Me arrodillé sobre la colcha y la miré apenada—. No sé por qué hice eso.

La preocupación fue desapareciendo de su rostro.

—Tú sabes perfectamente por qué has hecho eso —respondió en ese tono con el que le hablas a alguien que es muy tonto, pero te da ternura.

Hizo un amague de levantarse y yo me eché hacia atrás.

—¿No lo sé? —contesté.

Se suponía que debía sonar más segura de lo que lo hice, pero por alguna razón se oyó como si se lo estuviera preguntando.

Bajé de la cama antes de que la conversación pudiera continuar y abrí la puerta. Jade y Alana estaban bajando las escaleras del ático mientras cargaban el estuche de la guitarra. Mi aparición repentina hizo que Jade se patinara en el primer escalón y soltara una palabrota.

Volteó la cabeza para verme completamente aterrado.

—¿Podrías intentar no matarme por dos segundos?

—No. Siguiente pregunta.

Sostuve la puerta para que Noah saliera y luego la cerré detrás de ella. Jade me pasó el estuche y lo abrí para asegurarme de que fuera la guitarra de Charlie, aunque dudaba que hubiera alguna otra en toda la casa.

Para bajar no usamos la escalera de la ventana, sino la entrada principal. Charlie nos había enviado un mensaje para avisarnos que dejó su llave en la entrada. Mensaje que sólo Jade vio, porque yo estaba muy ocupada teniendo un ataque de pánico gay con Noah mientras Alana dormía plácidamente.

No obstante, sí usamos la escalera para pasar por la muralla de regreso a la casa de Jade. Primero pasó Noah. Luego Alana. Él y yo quedamos últimos y nos miramos.

—No podemos dejar la escalera aquí —dijo él.

—Puedo trepar si consigues algo alto para que me apoye.

Él miró a su alrededor. El jardín estaba muy bien arreglado, repleto de flores y arbustos. Pero no había ningún basurero gigante por el que me pudiera trepar como lo hacía cada vez que me metía a la casa de ella.

—Hazme pie —acabó diciendo. Su mente parecía estar pensando aún en cómo continuar mientras miraba ceñudo a la escalera—. Y luego te paso las manos para que subas.

¿Escuchas Girl in Red? | YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora