6. Me sacan del armario

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No tuve que pensar demasiado al respecto porque Jade no tardó en mostrar sus intenciones. Al día siguiente me acorraló en uno de los pasillos de camino al salón.

Quiero decir, no de la manera en la que ustedes piensan.

Creo.

Apenas había comenzado el receso y yo llevaba un emparedado que acababa de comprar en la cafetería. Planeaba salir al patio para buscar un hueco de sol donde acurrucarme, pero él se interpuso. Podría haberlo esquivado sin problema, pero me detuve, mordí mi emparedado y le alcé las cejas.

—Ya sé cómo puedes devolverme el dinero —tuvo el descaro de decir.

—No estoy interesada —respondí con la boca llena.

La sonrisa de Jade flaqueó. Él suspiró, apoyó la mano en la pared que estaba a su izquierda y bajó la cabeza. Lo miré con mi interés renovado y me encontré con unos ojos suplicantes.

—Dame un respiro, Andrea —me pidió con derrota—. Llevo toda la semana intentando invitarte a salir ¿Puedes hacerlo más fácil?

¿Que él qué?

Dejé de masticar e intenté con todas mis fuerzas no verme tan sorprendida como me sentía.

—¿Eres masoquista o qué? —pregunté sin creérmelo.

—Depende —su sonrisa volvió con más fuerza. Había un matiz de vanidad inherente que dejaba ver cada vez que tiraba de la comisura lo suficiente—. ¿Eso te gusta?

No pude evitar reír. Me daba un poco de pena el camino que estaba decidiendo tomar conmigo, pero al menos su descaro era divertido.

—No me gustas —le dije.

Era lo mínimo que podía decirle por la gota de empatía que sentía por él. No quería que se molestara en alguien que, definitivamente, nunca le iba a prestar atención.

Consideré decirle que no me gustaban los hombres. Estuve a punto de hacerlo. Pero mi boca se cerró antes de emitir sonido.

Ser gay no era una razón para sentirme avergonzada. Tampoco buscaba que fuera un secreto. Pero no quería tener que lidiar con la reacción de los demás y me molestaba demasiado saber que era algo que aún así me afectaría directamente.

Y no confiaba en Jade para mantener su bocota cerrada. Él no parecía el tipo de persona que lo hacía.
   
—¿Y como amigos? —preguntó.

Una chica se aclaró la garganta para que la dejáramos pasar y Jade se hizo a un lado, pero volvió a prestarme atención de inmediato, a la espera de una respuesta. Cómo podía tener tanto entusiasmo antes del mediodía, eso era un misterio.

—¿"Como amigos", qué? —pregunté.

—Sal conmigo como amigos —dijo, como si fuera una suposición obvia—. No quiero caerte mal.

Arrugué la frente con desconfianza.

—Le das mucha importancia a lo que yo pienso.

—Eso es un si.

Dejó de apoyarse contra la pared y me dio la espalda para marcharse antes de que pudiera responderle. Se veía tan entusiasmado que lo dejé estar. No porque sintiera pena por él (aunque lo hiciera), sino porque me daba curiosidad el ver a dónde intentaba llegar.

Unos dedos se colaron por el bolsillo de mi abrigo con suavidad y chocaron con los mío. Creí que alguien intentaba robarme, así que tomé la mano para que no se apartara y me volví con brusquedad. Charlie alejó su rostro del mío con precaución y me alzó las cejas.

¿Escuchas Girl in Red? | YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora