Noah no me odiaba.
Comencemos por ahí.
Había estuvo enojada cuando me habló aquella tarde en el festival y por un momento temí haberlo arruinado, haber roto nuestra amistad.
Cuando terminamos de tocar en el escenario, bajé a buscarla con miedo y la encontré en la misma esquina en la que parábamos a fumar y hablar antes de entrar a clase. Ella estaba sentada en las escaleras de entrada de la escuela primaria y bebía un jugo de caja que sostenía entre sus manos.
La noche había caído hace poco y el viento comenzó a soplar con más fuerza. Me tuve que abrazar a mi misma para refugiarme del frío. Noah, por otro lado, fue lo suficientemente responsable como para llevar un abrigo y ahora se escondía bajo él.
Me hinqué frente a ella y la vi alzar la cabeza y quitarse el sorbete de entre los labios.
—Lo siento —dije en voz baja—. Lo siento. No quise lastimarte.
Noah levantó una mano y la dejó sobre mi cabeza. Alcé la mirada con curiosidad cuando me rascó entre el cabello con cariño y luego volví a fijarme en ella, sin entender qué significaba eso.
—No me has lastimado —dijo. Me pareció que intentaba no sonreír—. Y no puedo estar enojada contigo.
Su mano bajó hasta mi mejilla y la miré expectante. Estaba apenada por lo que había hecho y sabía que no era el fin del mundo, pero me daba mucha pena saber que la hice sentirse mal por no haber pensado en ella cuando hablé.
Ladeé la cabeza para acunar mi rostro en su mano. No lo diría jamás en voz alta, pero me gustaba mucho que me tocaran en general. Al menos, cuando se trataba de ellas.
Me miró, pero al mismo tiempo no lo hizo. Su atención vagó por mi rostro hasta detenerse en su propia mano. Parecía estar centrada en un pensamiento.
—No quiero que dejemos de ser amigas —dije.
Ella me miró de golpe.
—¿Por qué dejaríamos de serlo? —preguntó— ¿Tan mal besas?
Me levanté un poco, para alcanzarla y poder besarla. Ella tomó mi rostro con sus dos manos y la caja de jugo repiqueteó contra el pavimento cuando cayó.
Sus labios estaban fríos y húmedos. Sabían a cítricos y cigarros, y se sentían extraños pero al mismo tiempo familiares.
Había algo tan peculiar e íntimo en los besos, donde fuera y de la manera que sean. Una vez había leído que la ciencia aún no sabía decir por qué nos besábamos: Qué cosa llevaba a un humano a hacerlo.
¿Por qué?
¿Por qué a Noah, mi mejor amiga? ¿Por qué aquí, en medio de la calle? ¿Y por qué me sentía tan cómoda haciéndolo?
La culpa me invadió. La sensación horrible de que no deberíamos estar haciendo esto.
Así como sus manos me mantuvieron con ella hace unos segundos, ahora me alejaron. Me permitió uno o dos segundos de confusión hasta que habló.
—¿Por qué estás tan tensa?
Había besado a otras chicas antes y sentido esa adrenalina en el cuerpo que sólo ellas podían darme. Pero Noah era la primera a la que besaba en público, a la que dejaba que me expusiera de manera tan tonta y peligrosa.
—Nos están mirando —dije.
No estaba segura de que así fuera, pero las dos sabíamos que todos iban a mirarnos si hacíamos estas cosas. Incluso aunque pretendieran que no. Tener ojos clavados en la espalda era un peso nuevo para mí.
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¿Escuchas Girl in Red? | YA EN LIBRERÍAS
Teen FictionLas cosas comienzan a complicarse para Andy cuando descubre que siente algo más que una simple amistad por su mejor amiga. -.-.-.-. Andy entra por error a la casa de un desconocido que resulta ser el chico nuevo de la clase, quien es, además, un muj...