Esto es la guerra, perra (II)

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Me encontraba dentro de los vestidores del gimnasio preparándome para las pruebas de animadoras

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Me encontraba dentro de los vestidores del gimnasio preparándome para las pruebas de animadoras. Me sentía emocionada y confiada en que me iría muy bien, aunque no podía negar que también sentía un poco de nervios ya que uno nunca sabe lo que puede pasar realmente.

Había bastantes aspirantes, de las cuales la gran mayoría hacía todo lo posible por evitar los baños -y estoy casi segura de que unas los veían con miedo, como si éstos se fueran a abrir de la nada-. Pero sinceramente tampoco le tomé mucha importancia.

Mientras buscaba mi short de licra corto y mi top negro entre mis cosas inevitablemente mi mente comenzó a trabajar, y en esta ocasión, en los recuerdos del día anterior.

El primero y más desagradable de todos era el de Harris. Ayer, por primera vez, me cuestione enserio el porqué había salido con un tipo como él ¡es que enserio! ¿¡Que le había visto a ese neandertal!? Y la única respuesta que se me ocurría ante esto era simple: porque fui una tonta y por mero capricho. Ya ni siquiera podía pensar que era guapo, si no que me daba asco de solo verlo. Era un pedante, egocéntrico, compulsivo, idiota hasta la pared de enfrente -y mucho más- y un maldito caliente asqueroso. Pero sobretodo, un cobarde al haber atacado a Luz ¡y por la espalda! y haber dicho todas esas malditas idioteces, como si él fuera alguna clase de Rey.

Cómo disfrute el haberle lanzado ese balón justo en la entrepierna con todas mis fuerzas y verlo revolcándose en el suelo ya no siendo la gran cosa como él se siente. Y de no haberlo hecho lo más probable es que Luz hubiera terminado con la mandíbula fracturada por tremenda patada que le iba a dar -aunque con todo eso de su maldición sabrá Dios como iba a reaccionar-.

Y mi segundo pensamiento tenía que ver con esa morena de ojos chocolates, aquella que no había salido de mi mente desde el sábado. Mentiría si no dijera que estaba nerviosa de toparmela, ya que dentro de mi seguía esa preocupación eh inseguridad de haberme mostrado así de débil como lo hice con ella. Pero por alguna extraña razón, el simple primer roce de nuestras miradas sin ninguna pizca de odio u hostilidad fue más que suficiente para relajarme un poco.

Esas interacciones, aunque pequeñas y simples, me habían hecho sentirme bien, pero todavía no era capaz de romper por completo esa barrera de seriedad que tenía con ella enfrente de otras personas -aunque por dentro estaba nerviosa-.

Y como no: tampoco puedo negar que de mi cabeza no salía la imagen de esa Luz Noceda deportista, corriendo por la cancha con esa mirada decidida, secándose el sudor con el dorso de su mano de una manera sexy y su encantadora sonrisa cada que hacía una anotación. Era una imagen aterradoramente adictiva pero que a la vez me gustaba mucho, era como ver a una Luz completamente diferente.

Si así le quedaba ese conjunto deportivo no me imagino como se va a ver con el uniforme oficial del equipo.

Salí de mis pensamientos después de esto, no porque fuera demasiado o me hubiera alterado este hecho -aunque sí sentí que me sonroje un poco-, si no porque literalmente ya me había terminado de cambiar y me había quedado como tonta mirando un punto fijo en mis zapatos.

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