Lo que pasa en el baño, se queda en el baño

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- Oh, claro -. Dije con voz agradable siguiéndoles el juego - tal vez piense en hacerles un Avada Kedavra metiéndoles mi varita hasta el fondo de la nariz -. Mi expresión se endureció y les dirigí una mirada severa - ¿o lo prefieren por el culo?

Los tipos se tragaron sus risas y sus expresiones se convirtieron en miedo puro.

- ¿Van a querér sus estúpidas mierdas entonces o no? -. Masculle mirándolos con severidad.

Los idiotas asintieron, porque aún cagadose de miedo, la droga era la droga y no la podían dejar así de fácil. Ante eso comencé a buscar lo que querían entre los pliegues de mi estúpida túnica, se los di, ellos me dieron un puñado de billetes sin siquiera contarlos para después huir a trompicones y pasos torpes debido a sus enormes botargas.

Me recargue para contar mi ganancia mientras ignoraba las risas escandalosas de mis amigos así como el hecho de que había revelado mi condición de dealer ante los hermanos de Amity -y que por suerte no les importó mucho-. Quize sonreír un poco ante sus reacciones, pero la verdad es que era mucho más mi malestar y molestia que no me lo permití.

Simplemente no podía estar ni un poco satisfecha ante la reacción tan patética que esos tipos habían tenido, más que nada porque ni siquiera había sido una de mis mejores amenazas y porque me había orillado a utilizar una referencia de la maldita película de la que estaba disfrazada. Carajo, enserio odiaba este jodido disfraz ¡las películas ni siquiera me gustaban! Y vaya que el desgraciado de Gus sabía esto y no se tentó el corazón al obligarme disfrazarme del estúpido protagonista de la película que, claro está, lleva su nombre.

Juro por todo el amor que le tengo a mis queridas plantas que me voy a vengar de esto, enano.

Por suerte, el malestar se convirtió en una sonrisa triunfal al percatarme de que los idiotas me habían dejado dinero de más, específicamente, cien dólares extras. Cien dólares que nunca regresarían a sus antiguos dueños ¿Qué? Generalmente soy una negociante y vendedora honesta, pero los tipos enserio se habían pasado de la raya.

Metí el dinero debajo de mi túnica y en cambio saqué mi recién comprada cajetilla de cigarros. Tomé uno, lo introducí en mi boca y comencé a encenderlo, sintiendo en el proceso la mirada penetrante y divertida de cierta pelirosa.

- ¿Hay algo que quieras decirme, Jones? -. Pregunté exhalando el humo de mi cigarro y dirigiendole una mirada de soslayo.

- Mmm no exactamente -. Respondió encogiendose de hombros de manera relajada - solo estoy contemplando al gran Harry Potter, el niño que sobrevivió, El Elegido y... ¿De qué otra forma te llaman? -. Pregunto con burla y una sonrisa socarrona en los labios de forma retadora.

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