Capítulo 14: Planes

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• Rose •

Las ramas del árbol torcido se mecían con cada ráfaga de viento que soplaba, moviendo sin parar las sombras que las hojas proyectaban sobre nosotros.

—Estoy... muy cansada —dije en un suspiro— Anoche llegaron varios pacientes y tuve que quedarme hasta la madrugada.

—¿¡Entonces qué haces aquí!? —exclamó Jean, apoyándose en sus codos para enderezarse— Deberías estar en tu casa, durmiendo.

Estábamos recostados en la hierba, bajo el árbol que dibujamos meses atrás. Nos encontrábamos uno junto al otro, con nuestros pies apuntando en direcciones opuestas, pero nuestras cabezas a la misma altura.

—Habíamos dicho que nos veríamos hoy, no iba a dejarte aquí solo.

—Qué linda —dijo volviendo a acostarse—, siempre preocupándote...

—Pero en realidad fue porque me desperté y no pude volver a dormirme —interrumpí fingiendo indiferencia.

—¡Oh! Así que no fue por mí... Qué manera de herir a un hombre.

Solté una risotada y me giré en su dirección.

—Claro que quería verte, no seas tonto.

—Sólo esperaba que lo dijeras —susurró antes de regalarme una de las sonrisas más honestas que hubiera visto en su rostro.

Para este punto ya no tenía ninguna duda, Jean me gustaba mucho y yo a él. Luego de un tiempo, tomarnos de las manos, lanzarnos miradas de cariño silenciosas y otros detalles que me hacían sentir mariposas en el estómago, comenzaron a formar parte de nuestra rutina, pero jamás pasábamos de ahí y ninguno había confesado sus sentimientos.

En realidad, yo no me quejaba, desde mucho antes de haberme enamorado del cadete, ya había aceptado que se iría en algún momento, y sabía que hacerle frente y decirle lo que sentía por él sólo haría todo más complicado.

Pero las cosas no tenían por qué ser así, no necesitabamos hablar de eso ni hacer falsas promesas, simplemente disfrutábamos el tiempo juntos. No importaba lo que pasara, ambos sabíamos que el final llegaría en tres meses.

Sin embargo, considerando que ambos estábamos tan conscientes de la situación, no pude evitar preguntarme cuál era el problema de dejarnos llevar por nuestros sentimientos, aunque fuera sólo por una vez.

—¿Rose? —dijo el castaño, sacándome de mis pensamientos.

—¿Huh? ¿Qué pasa?

—Que me cuentes de tu día —explicó risueño— Veo que sí necesitas dormir.

—No, estoy bien —dije sentándome— Ayer estuvo tranquilo hasta que comenzaron a llegar enfermos de gripe, todos estaban muy mal. Se contagiaron entre sí porque se quedaban en la misma posada, pero no saben quién estuvo enfermo primero. Quizás veamos algunos casos más en los próximos días.

—Fascinante —respondió sin ninguna emoción, por lo que le di un golpe en el brazo— ¡Auch! Sólo jugaba —aclaró sobándose— Espero que esas personas mejoren.

—Descuida, lo harán. Luego del medicamento deberían recuperarse pronto... Pero no quiero hablar más sobre eso —dije con un quejido, moviéndome hacia el árbol—, todavía tengo tiempo hasta que entre a trabajar.

Por favor, vuelve | Jean Kirschtein | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora