Capítulo 23: La Legión esto, la Legión aquello

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• Rose •

Hay algunas ocasiones en que los momentos más normales parecen demasiado distantes. Como ver rostros a los que me había acostumbrado por años, y de pronto desconocerlos. Observar a mi alrededor y preguntarme exactamente qué decisiones me llevaron a estar sentada justo aquí y justo ahora, y que habría pasado si alguna de esas decisiones hubiera sido diferente...

—¿En qué piensas?

Jean me miraba con cautela, quizás preocupado de todo el rato que llevaba sin hablar. Estábamos sentados hombro a hombro en una banqueta elevada, con los pies colgando y las manos entrelazadas sobre su pierna.

Habían pasado unos días desde que volví con mi mamá de Karanese y continué con mi trabajo en el hospital. Era la primera vez que veía al castaño después de encontrarlo con vida en el centro de entrenamiento.

Estaba feliz, realmente feliz de por fin tener a Jean a mí lado de esta manera; sin embargo (y aquí venía ese problema experto en reventar mi burbuja) una parte de mí se preguntaba cuánto duraría.

—Aún no puedo creer que te unieras a la Legión —respondí tras una larga pausa, más frío de lo que me hubiera gustado— Es decir, me enorgullece, pero también me asusta mucho.

—Lo sé, a mí igual... pero es algo que tengo que hacer.

—Por Marco, entiendo.

—No es sólo eso. Yo... lo comprendí por él. Sin embargo, se trata de darle esperanza a la humanidad, evitar que esté condenada a morir así; es sobre proteger a la gente que... me importa.

Así que realmente estaba convencido. ¿Tanto cambió en este tiempo? ¿O sólo fui yo que no me había dado cuenta?

—Qué tonta...

—¿Huh? ¿Quién?

—Yo —aclaré con una sonrisa— Desde el principio supe que no eras tan egoísta como aparentabas... ¡Y aun así lograste engañarme! —solté una risotada alzando la vista— ¡No tenía idea de que renunciarías a todo para entregar tu corazón por la humanidad!

Había algo casi cómico en el contraste entre lo que se pasó años diciendo que haría y lo que terminó haciendo, únicamente por su decisión. El castaño me veía con los ojos abiertos de par en par y el cuerpo tenso, atento a todo lo que hacía. Exhaló con fuerza antes de responder.

—No te engañé... Ni siquiera yo sabía que era capaz de hacer algo así.

—Claro que no —coincidí con un suspiro—, fue algo que nos sorprendió a todos.

Me solté de su agarre para doblar mis piernas y girar de lado, quedando de frente a él. Las comisuras de su boca se elevaron sutilmente cuando volví a juguetear con sus dedos, y su mirada se suavizó, mostrando en sus ojos ese color dorado que tanto me gustaba. Él era realmente lindo desde esta perspectiva... desde cualquiera, en realidad.

Lástima que también era un grandísimo idiota que había terminado por enlistarse en la división suicida de la que tanto se quejaba. No me quedaba más opción que apoyarlo y esperar lo mejor.

—Anda, cuéntame de la misión —dije atrayendo su mano más cerca de mí.

—Bueno, será en tres semanas. Y ya que Trost está cerrado, tendremos que usar una nueva ruta desde Karanese... —ladeó la cabeza y sonrió burlón— He escuchado que es un lindo lugar, deberías visitarlo alguna vez.

—Ja, ja —respondí con los ojos en blanco— ¿Y cuál es el plan? ¿Qué se supone que se hace en sus misiones?

—No sé que hagan regularmente. Esta vez sólo será ir y volver, como una prueba para llegar a Shinganshina.

Por favor, vuelve | Jean Kirschtein | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora