Capítulo 19: Te escribo esta carta

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• Rose •

Me despertó el golpeteo del cuchillo contra la madera. Mi mamá estaba sentada a la mesa partiendo verduras para la cena; aunque al ver por la ventana noté que parecía ser más tarde de la hora de siempre. Probablemente quiso esperar un rato para dejarme dormir más.

Había tomado una siesta luego de un turno particularmente agotador en el hospital. Sentía todo el cuerpo pesado y me dolía el cuello luego de atender, lavar y dar de comer a más pacientes de los que podía contar. Me agradaba la gente de Karanese, pero era una ciudad mucho más concurrida de lo que estaba acostumbrada y con algunos doctores tan prepotentes que sólo me recordaban lo mucho que extrañaba a Mylo.

Luego de un par de minutos en que me quedé viendo al suelo, me levanté algo adormilada y puse agua a hervir. Cuando me di la vuelta vi a mi mamá observándome; se acercó a mí y me besó la frente.

—Te estás esforzando mucho, no tienes que hacer todo esto —dijo acariciando mi cabello— Regresemos a Dokanes para que pueda seguir con la ropa de los Maindor y no necesites trabajar tantos turnos.

—Todavía no estás lista para volver a trabajar. Deja que yo me preocupe por eso, ¿sí?

—Pero me siento mejor ahora.

—Y te sentirás aun mejor mañana y al día siguiente si continúas descansando —afirmé yendo a la mesa para ayudarla con la cena— Sólo haz tus ejercicios para que sigas recuperándote y ya hablaremos de volver después.

—Rose... —comenzó a decir, con un tono que ya mostraba por sí solo todo lo que pensaba. Suspiré pesadamente y apoyé las manos en la mesa.

—El viaje a Dokanes es largo, mamá —repliqué con tono firme—, si algo grave pasara tendríamos que volver hasta acá, y no quiero que nos arriesguemos. Estamos bien aquí, sólo un poco más de tiempo —dije, con mi tono volviéndose más bien una súplica. Sin estar convencida, asintió, dejando el tema de lado y siguiendo con las verduras.

Al día siguiente fui al mercado por más comida, aún sin acostumbrarme a los puestos y las personas de aquí. Al dar la vuelta en una esquina, vi a un vendedor con una carretilla llena de coles y a un cartero cruzar la calle... ¡Un cartero! Esto lo cambiaba todo, finalmente podría escribirle a Jean.

—¡Señor! ¡Disculpe! —lo llamé, corriendo deprisa tras él, esquivando una carreta e ignorando los gruñidos del conductor— ¿Ya están repartiendo el correo de nuevo? ¿Fuera de Karanese?

—Sí, desde hace unos días... —el chillido de entusiasmo que solté no lo dejó terminar.

—¡Muchas gracias! —dije estrechando su mano para después salir corriendo.

Una vez que llegué a la posada y dejé las cestas que llevaba, tomé papel y una pluma y me dispuse a escribir todo lo que tenía que decirle a Jean... pero nada estaba claro en mi mente. Durante este tiempo intenté alejarlo de mis pensamientos lo más posible, convencida de que mientras no pudiera comunicarme con él, no tenía sentido darle vueltas al asunto. Sin embargo, ahora que por fin podía hacerlo, todas mis inquietudes y deseos se arremolinaban sin permitirme formar ideas coherentes.

La última vez que nos vimos casi nos besamos, algo que de verdad quería hacer y que esperaba pasará en el futuro... pero ese era el principal problema: ¿Qué futuro? Para cuando volviera a Dokanes, probablemente Jean ya se habría ido a la Muralla Sina, donde estaría su nueva vida. Lo que sea que pudo haber pasado entre los dos ya no tenía ninguna oportunidad. ¿Debería entonces agradecerle por el tiempo juntos y finalizar con una despedida amistosa? Quizás sugerirle que si alguna vez visitara Dokanes pasara a verme como en los viejos tiempos...

—Estás manchando el papel de tinta.

—¿Huh? —salí de entre mis pensamientos por el comentario de mi mamá. La plumilla había comenzado a escurrise de tanto tiempo que la estuve sosteniendo sin comenzar a escribir— Cierto, gracias —dije poniéndola de vuelta en la mesa.

—¿Escribes una carta? —preguntó con interés.

—Eso intento.

—No lo pienses demasiado, a veces las palabras no son tan importantes como el acto mismo —giré a ver el papel en blanco frente a mí, preguntándome si eso aplicaba en esta situación, y siguió hablando— ¿Es para Juan, cierto?

—Jean —corregí divertida— Y sí, es para él.

—¿Sabes?, al principio me alegró que tuvieras otro amigo de tu edad.

—¿Al principio? ¿Qué pasó después?

—Me di cuenta de que no iba a ser sólo un amigo, entonces ya no me agradó tanto.

Sentí mi rostro sonrojarse por completo y pensé en la probabilidad de morir de vergüenza aquí mismo. Mi mamá negó con la cabeza mientras sonreía y volvió a su costura de unos calcetines.

Una vez que me calmé, traté de escribir lo que se me venía a la mente, contando algunas cosas sobre mis días en este distrito y lo diferente que era todo por aquí. Al menos hablar de trivialidades resultaba cómodamente familiar, esperaba que Jean pudiera quedarse con esa sensación también, en vez de la opresion en el pecho que tuve al seguir escribiendo y pasar a despedirme de él por un simple pedazo de papel.

• Jean •

—Lo siento —susurró con los labios temblorosos— Hice lo que tenía que hacer, pero en verdad lamento que lo nuestro no haya podido pasar.

—Rose —musité contra el espacio entre su cuello y su hombro.

—Volveré en cuanto pueda —tomó mi cabeza entre sus manos y me miró a los ojos— Pero si para entonces ya es muy tarde, te deseo buena suerte ahora. Espero que consigas la vida que buscas.

—Pero... —solté, tratando de pensar en cómo continuar esa frase.

—Eres una persona muy importante para mí. Sólo quiero que seas feliz.

—Es que tú...

—Adiós, Jean —dijo ignorándome por completo, antes de unirnos en un beso rápido y darse la vuelta. Cuando comenzó a caminar, decenas de árboles aparecieron frente a ella, listos para esconderla entre sus sombras y alejarla de mí otra vez.

—No te... vayas —murmuré al despertar.

Entorné los ojos tratando de ver a mi alrededor; aún no amanecía pero un poco de luz lograba filtrarse por las ventanas. Parecía que no había nadie despierto que pudiera haberme escuchado, por lo que simplemente me di la vuelta y me acomodé de cara a la pared, respirando pesadamente.

Desde que recibí esa carta hace algunos días, la había leído tantas veces que ya no podía sacármela de la cabeza. En ella, Rose decía varias cosas sobre el tiempo que había pasado desde que llegó a Karanese. Describía todo tan casual y vagamente que parecía que el destinatario pudo haber sido cualquiera; pero eran las palabras que se colaron en mi sueño las que estaban escritas únicamente para mí, las que contenían sus sentimientos y hacían que mi corazón se acelerara sin importar cuántas veces las leyera.

Por un lado, Rose quería estar conmigo, pero por el otro, apoyaba la idea de que me fuera al interior. Tal vez pensar en quedarme fue una tontería. Aun así, quería verla aunque fuera una sola vez más, escuchar de viva voz lo que ella sentía y averiguar si existía alguna posibilidad de que yo tuviera un futuro aquí.

Cada día que pasaba, la esperanza de que Rose volviera antes de que debiera irme, disminuía. Sin embargo, sentí la esperanza de cualquier cosa abandonar mi cuerpo en el instante en que escuché aquella ensordecedora explosión y vi el rayo caer sobre la muralla.

—¡El titan colosal ha vuelto, soldados! ¡Prepárense para la estrategia de evacuación!

Todo después de eso fue una pesadilla.

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Ya se viene lo feo raza. Espero que les guste el capítulo.

Tambieeen, "Por favor, vuelve" está en el #4 de la etiqueta shingeki no kyojin y eso está muy chingón. Gracias por eso

Les mando mil besos y ahí nos vemos.

Por favor, vuelve | Jean Kirschtein | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora