Capítulo 59: Hasta luego

295 40 16
                                    

• Rose •

Fue un par de meses después de nuestra boda cuando los viajes comenzaron. Ya no sólo era Marley, sino todo el mundo fuera de las murallas quienes habían depositado sus esperanzas en "los salvadores de la humanidad". Mis amigos se habían convertido en embajadores de lo que quedaba del mundo fuera de Paradis; y, en consecuente, yo en su personal médico de confianza.

No era una fanática de los barcos, ni de los trenes, y los automóviles me seguían pareciendo extraños, por lo que los traslados frecuentes me daban algunos problemas. Sin embargo, me agradaba recorrer territorios que no fueron destruidos, y saber que de alguna manera podíamos ayudar a la gente que seguía aquí..., a eldianos, sobre todo.

Tuvo que pasar otro año desde entonces para que el plan de Armin y su majestad Historia se llevara a cabo: el programa de incorporación de eldianos. Sin el fin de continuar segregando a las personas, pero conscientes de los riesgos a los que se enfrentaba nuestra gente, se pensó en abrir las puertas de Paradis a los súbditos de Ymir que desearan ir. Y así, poco a poco los pueblos cerca de las costas comenzaron a poblarse con los recién llegados, entre ellos nuestro capitán y gente de Liberio.

La despedida fue dura para quienes se separaban de sus familias, y, sin duda, emotiva para todos nosotros. El saber que estarían a salvo era lo que lo volvía manejable. A mí en lo personal me divertía el hecho de que Levi había tomado un nombre falso para su papelería y así ocultar su identidad, específicamente por aquel que eligió:

«-Es el señor Smith ahora -explicó Onyankopon antes de su partida.

-Ah, ya veo, ¿y su nombre?

-Hans -respondió a secas el pelinegro.

-Hans Smith ¿Sus padres lo escogieron? -lo molesté. Él simplemente bufó; pero yo empezaba a conocer cada vez más de su lado sentimental.»

Al pensar ahora en el capitán, siempre terminaba recordando lo que hizo por mí y Jean. La ceremonia fue tan bella gracias a sus palabras para nosotros. Aunque, dándole todo el reconocimiento que merecía, a mi parecer, el discurso que terminó por tocar los corazones de todos fue el que dio Connie a la hora de la cena:

«-Nada de estupideces, o te mato -le advirtió por lo bajo mi esposo.

Fue extraño pensarlo así, pero me encantó.

-Sí, sí, tú no te preocupes -le respondió el cenizo con una palmada en el hombro, antes de levantarse de su asiento y dar golpecitos a su vaso con una cuchara.

-¡Es momento de un brindis! Todos estamos aquí hoy para festejar a la feliz pareja, celebramos su amor que nos conmueve y nos inspira. -Giró hacia donde estábamos sentados y alzó su vaso, llevándose la otra mano al corazón. Y sonrió- Ahora, no muchos conocen la historia de cómo se conocieron los enamorados... Yo me considero afortunado de haber presenciado aquel encuentro.

-Me lleva la... -Reí ante el recuerdo y sobé la espalda de Jean.

-Fue el más grande ridículo que alguna vez haya visto hacer a alguien tratando de conquistar a una chica. Una vil mentira que nadie creyó: que hace que todas quieran verlo de nuevo. Aun así, quizás hizo a Rose pensar que él era un comediante nato, porque no dudó en saludarlo la siguiente vez que lo vio en el mercado. -El castaño se hundía en su asiento a medida que Connie hablaba, como si pudiera ocultarse con semejante estatura- Jean, eres alguien muy malhumorado, fastidioso, bocón, un poco bastante idiota...

-Gracias por tantos halagos.

-¡Peero! -Y suavizó su sonrisa de diversión-, también eres una de las personas más altruistas que conozco. Gracias, Armin, por enseñarme esa palabra -agregó con rapidez- Como decía, durante años has dado lo mejor de ti con tal de ayudar a otros, y a pesar de todos los obstáculos y oportunidades para rendirte, continuaste luchando por los demás. -Se inclinó para hacer contacto visual conmigo- Rose, sé que tú ya lo sabes, pero te confirmo que este de aquí es un buen hombre, que daría la vida por ti y que no se ha callado en siete años con cuánto te ama. -Alzó el vaso una vez más, calmado y sincero como nunca lo había visto- Les deseo lo mejor a ambos.»

Por favor, vuelve | Jean Kirschtein | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora