3. ¡Hamburguesa!

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A diferencia de la habitación, el cuarto de baño del hotel era bastante decente. Para tranquilidad y disfrute de Byulyi, la ducha disponía de un potente chorro de agua y salía caliente, como a ella le gustaba, de manera que perdió muy pronto la noción del tiempo. Era mala cantante, pero solía tararear en la ducha cuando se sentía feliz, como en aquel momento. En breve llegaría el servicio de habitaciones con su cena. Nada exquisito, tan solo un sándwich y una ensalada. Byulyi no deseaba gastar una fortuna de su bolsillo en aquel viaje y tampoco acostumbraba hacer cenas copiosas, si bien era cierto que aquella noche sentía hambre; se le había hecho tarde y ansiaba poder comer cuanto antes.
Salió de la ducha canturreando, con la cabeza envuelta en una toalla. El poder relajante del agua le había hecho olvidar los avatares de su viaje y se encontraba tranquila por primera vez, relajada, disfrutando del confort de la habitación, especialmente ahora que la lluvia golpeaba con fuerza las ventanas.
La perspectiva de regresar a casa al día siguiente conseguía despertar su buen humor. Era fin de semana. Con un poco de suerte brillaría el sol; podría salir en bicicleta, dar un paseo o tal vez convencer a alguien para que la acompañara al cine. Todas estas actividades le resultaban igual de apetecibles, no podía esperar. Un trueno retumbó al otro lado de la ventana, pero Byulyi se sintió tan animada que incluso los inquietantes sonidos de la tormenta le resultaron agradables en aquel momento.

Se dejó caer en la cama y alcanzó su teléfono móvil para revisar los mensajes. Tenía una llamada perdida de su madre y otra de su amiga Hyejin. Les devolvió la llamada a ambas. «Sí, mamá,tranquila, he vuelto bien al hotel», le aseguró a su progenitora cuando se mostró preocupada por lo que había escuchado en el telediario: «¡Dicen que hay vientos de hasta ciento cincuenta kilómetros por hora! Estaba preocupada». A lo que Byulyi contestó que ya sabía cómo eran los informativos, especialmente el del canal que ella solía ver, exagerado y amarillista. «Es solo una tormenta, mamá, no un tornado». Con todo, le llenó de ternura la genuina preocupación de su madre. Daba igual cuántos años pasaran: como hija única que era, siempre la seguiría tratando como a una niña.

—Me has llamado —le dijo a Hyejin cuando su amiga contestó al teléfono.

—Sí, nada, para saber qué tal el viaje y preguntarte si te apetece acompañarme a una fiesta mañana.

—¿Una fiesta? ¿De quién?

—Una amiga mía celebra su cumpleaños. Wheein, creo que os presenté un día.
Byulyi perdió la mirada en los cortinones de la ventana mientras hacía memoria. Poco a poco se fue perfilando en su mente la imagen de una chica menuda y bajita, con hoyuelos y cara risueña. Recordó que en su momento le había parecido bastante atractiva.

—Hum, no sé —replicó, dudosa.
Le generaba cierto rechazo la idea de asistir al cumpleaños de alguien a quien apenas conocía, pero uno de sus propósitos de ese año era socializar más. Pasaba demasiado tiempo en casa, trabajando o frente a un ordenador, y a veces se sentía sola. Un poco de vida social no le vendría nada mal.

—Venga, no seas muermo. ¿Tienes algo mejor que hacer?

—La verdad es que no, pero ¿no será raro que me presente en el cumpleaños de alguien que no conozco?

—Se lo he comentado y me ha dicho que le parece bien. Además, así me haces compañía. Yo tampoco conozco a mucha gente.

—No sé, he tenido un viaje horrible y la verdad es que me apetecía descansar.

—¿Horrible en qué sentido?
En ese instante sonó la puerta. Alguien llamaba con los nudillos. Byulyi sonrió. El león que habitaba su estómago empezó a rugir en señal de protesta.

—En todos —le dijo a su amiga—. Creo que me tomarás por loca cuando te lo cuente, en serio. Ha sido absurdo, pero mejor en otro momento. Están llamando a la puerta. He pedido comida al servicio de habitaciones.

Mi amor que llegó de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora