17. Intuición

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—Es un verdadero encanto.

—¿Ya está? ¿Eso es todo lo que querías decirme?

—Pues sí. Ya está.
Byulyi respiró con alivio. Por un momento, cuando su madre la había llevado aparte, después de la cena, le dio la sensación de que iba a hablarle del extraño comportamiento de Yong o de la conversación que habían mantenido antes del incidente de la procesión. Pero Jun Min solo tenía buenas palabras para Yong, se le llenaba la boca de halagos.

—Y sabe mucho sobre la galaxia. Debería dedicarse a algo relacionado con el tema —añadió Jun Min con una sonrisa—. Me gusta mucho para ti, cariño, solo quería decírtelo.

—Pero, mamá, Yong no es mi…

—…tu novia, ya, ya sé —la interrumpió Jun Min—. Pero si lo fuera o si algún día quisieras contarme que lo es, quiero que sepas que me gusta mucho. Creo que hacen una pareja maravillosa.
Byulyi miró subrepticiamente a Yong, sentada al lado de Hyejin. Esa noche estaban cansados y habían decidido preparar una cena en el apartamento. Sus ojos se encontraron por un momento, pero Byulyi los separó de inmediato. Seguía un poco desconcertada por la conversación que habían mantenido previamente en la cafetería y ahora no sabía cómo tratar a Yong. Y las luciérnagas…

—Bien, te lo agradezco, mamá. Será algo que tenga en cuenta si algún día estamos juntas —replicó con cierta melancolía.
Por fortuna, al día siguiente regresarían a Seúl. Ya lo habían hablado. Hyejin por fin había entrado en razón. Byulyi tenía que trabajar y no podía perder más tiempo con familiares o procesiones; sabía que allí, con tanta gente, nunca conseguiría concentrarse.
Jun Min y ella regresaron a la mesa para tomar los postres. Tom había comprado una rica tarta de queso que les supo a gloria después de estar todo el día de pie, paseando. Recogieron la mesa y dejaron el comedor limpio.
Byulyi temía que Hyejin les sugiriera aprovechar el resto de la noche. Ir de copas o salir a tomar algo. No podía apetecerle menos y al día siguiente debían madrugar para regresar a Seúl. Pero cuando la vio bostezando supo que estaban salvadas. Incluso Hyejin parecía afectada por la caminata que se habían dado.

—Es una pena que se vayan mañana —dijo Jun Min apesadumbrada cuando llegó la hora de retirarse a las alcobas—. Te veo tan poco, hija…
Byulyi recibió una carantoña de su madre con los ojos cerrados.

—No te preocupes, ya me ocupo yo de que te haga alguna visita —afirmó Hyejin, antes de darle dos besos a Jun Min en sendas mejillas. Se estaban despidiendo por si no había tiempo por la mañana.
La madre de Byulyi tomó entonces a Yong de las manos, le dio dos besos y se inclinó para susurrarle algo que solo ella pudo escuchar.

—Tenlo en cuenta, ¿vale, guapa? —dijo entonces.
Yong sonrió y asintió con la cabeza, y Byulyi se preguntó qué sería lo que su madre le había dicho para que reaccionara de esta manera. Cualquier barbaridad. O cualquier tontería. Jun Min podía ser así de impredecible.
Cuando por fin se quedaron a solas, las tres tomaron asiento en el sofá del salón. Hyejin encendió la tele y bostezó; durante unos segundos ninguna articuló palabra, vencidas como estaban.
Como era habitual, en la televisión no había nada interesante y Hyejin fue la primera en levantarse.

—Bueno, creo que me voy ya a la cama. Estoy hecha polvo.

—Un momento —dijo Byulyi—. ¿A qué cama?

—A la mía, claro.¿Dónde quieres que duerma?
Ah, no… eso significaba que ella dormiría con Yong. Había dos habitaciones para tres y Byulyi se había quedado sin la suya. Pero no deseaba compartir habitación con Yong ahora que las luciérnagas habían aparecido. Y, al mismo tiempo, tampoco deseaba que Hyejin durmiera con ella porque nunca podía fiarse de la impulsividad de su amiga.

Mi amor que llegó de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora