14. El arte de la repostería

127 28 0
                                    

-¡Por fin! Llevo horas llamándote. ¿Dónde coño estás? Hyejin.
Seguramente estaba cansada de dar vueltas por su casa y no tenía planes para esa noche.
Eran las seis de la tarde y Byulyi y Yong seguían en la calle, sin intención de regresar pronto a casa.

-En uno de los chiringuitos del río, tomándonos una copa.

-Pues ya podías haber avisado. Llevo horas esperándote como una boba.

-¿Esperando a qué?

-¡El viaje! Joder, no me digas que te has olvidado... Byulyi abrió los ojos con sorpresa.
El viaje... lo había olvidado por completo. Miró la pantalla de su móvil y vio diez llamadas perdidas de Hyejin. Había estado tan ensimismada en su conversación con Yong que ni siquiera había escuchado el móvil.

-No, por supuesto que no lo he olvidado -mintió-. Pero no sé si voy a poder ir al final, Hyejin. He tenido malas noticias en el trabajo. Tengo que currar.

-¿Un viernes por la tarde?

-No solo el viernes, toda la semana de vacaciones de primavera.

-Byulyi, déjate de tonterías y ven a recogerme, que bastante trabajas ya.

-Lo digo en serio. Me han tirado por la borda la aplicación que entregué hoy.

-Bla, bla, bla. ¿Y qué? ¡Estás de vacaciones, por el amor de Dios! ¿Quién trabaja en vacaciones?
Venga, dime a qué hora me recoges y nos vamos. Tengo la maleta hecha.

-Hyejin, estoy hablando en serio. No puedo ir.

-Pásame a Yong.

-No.

-¿Cómo que no? Pásamela, quiero hablar con ella.

-Pero nos vamos ya, se hace tarde -le informó Byulyi revisando la hora y sintiendo una punzada de culpabilidad.
El día estaba siendo estupendo en compañía de Yong pero cuanto más tiempo tardara en regresar, más tendría que trabajar al día siguiente.

-Vale, tú puedes hacer lo que quieras, pero si no vamos a ir de viaje, al menos podré divertirme yo un poco con ella.

¿Divertirse con Yong? ¿Dónde? ¿Haciendo qué?

-Yong se viene a casa conmigo -replicó entonces intentando que su voz sonara firme.
Ella no era de su propiedad, y sin embargo, a veces se sentía responsable de su bienestar. Las locuras de su amiga seguían provocándole escalofríos.

-Eso debería decidirlo ella, ¿no crees? Pásamela.

-Sí, tienes razón, no trato de imponerle nada, pero no seas pesada.

-Vale, pues déjalo. Si no me la quieres pasar, ya la llamo yo.
Al cabo de unos segundos, para enfado de Byulyi, el teléfono de Yong empezó a sonar. Quiso decirle que no contestara, persuadirla para que rechazara los planes probablemente locos o descabellados de su amiga. Pero no le dio tiempo; Yong ya estaba respondiendo la llamada.

-Claro, ¡suena maravilloso! Por supuesto, quedamos. Si quieres recógeme en casa. Vale, hasta luego, entonces. -Colgó el teléfono y la miró-. Era Hyejin, dice que tú te tienes que ir a trabajar, pero que seguimos de paseo nosotras.

Byulyi se mordió el labio con nerviosismo.

-¿Y te apetece? -le preguntó esperando obtener solo una respuesta por su parte. Sin embargo, no fue la deseada:

-Claro, Hyejin es una chica muy agradable. Muy espontánea, me gusta la gente así.
Byulyi perdió la mirada en un barco que pasaba justo enfrente de ellas. Iba cargado de turistas bebidos que gritaban a los peatones que paseaban por la orilla, mientras entonaban cánticos etílicos.
Corría un poco de viento, pero el alcohol le ayudaba a mantenerse en calor. Y sin embargo, en ese momento se sintió fría, perdida. No deseaba quedarse al margen de los planes ni estar en casa preguntándose qué estarían haciendo. No deseaba, tampoco, ser una mujer aburrida, poco espontánea, a ojos de Yong. Pero tenía que trabajar. Lo pagaría muy caro si no regresaba a casa de inmediato.
Sorbió distraídamente de la pajita de su bebida, sus pensamientos muy lejos de allí, hechos un ovillo imposible de desenmarañar. Y aquella bola informe en la boca de su estómago que imaginó gris y espinosa, le impedía respirar con normalidad, como si algo muy parecido a los celos empezara a crecer en su interior.

Mi amor que llegó de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora