Capítulo 7: pequeño ángel. (2)

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América

(Pasado)

1 de Julio, 2017
Día de la muerte de Selene. Narrado por otro personaje que estuvo allí ese día.

18:03 p.m.

Me siento en la cama y recojo las bragas que están tiradas en piso justo a mi lado, me las pongo lentamente mientras escucho la respiración del chico a mi lado, diviso mi blusa en el sofá al lado de la cama y voy a por ella, tomo los pantalones que están bajo la cama y puedo vestirme completamente. Él se estremece un poco en la cama y me quedo mirándolo.

Joder, es hermoso, que criatura tan bella.

Su brazo derecho está encima de la manta, por lo que puedo apreciar su contextura, su rostro descansa de lado sobre el almohadón y puedo apreciar perfectamente su expresión de paz y tranquilidad, está perfecto para tomarle una foto.

Tomo mi celular de la mesita de noche y abro la cámara, enfoco la escena y tomo la foto.

Perfecta, la guardaré como un lindo recuerdo.

Me acerco a la cama nuevamente y despacio, procurando no meter mucho ruido me siento en ella. Él se remueve de nuevo y su brazo llega a mi muslo. Parece un adonis en esa posición, bueno, no es que lo parezca, lo es.

—no te vayas. —le escucho murmurar, mientras sus dedos hacen caricias en la tela del pantalón.

Me inclino y dejo un casto beso en sus labios, él abre un ojo dejándome ver sus iris verdosos ahora oscuras por la falta de luz. Me toma de la nuca para acercarnos más y tener un beso más profundo, pero a los segundos me aparto.

—¿te he dicho cuanto me fascinan tus ojos? —le dedico una pequeña sonrisa antes de volver a mi posición. Él se remueve en la cama y hace un puchero.

—cada vez que te vas. —responde, ahora él se incorpora y se sienta, quedando a mi lado, aún más cerca.

—ya lo hablamos. —llevo mi mano a su mandíbula, la recorro unos segundos con los dedos y luego poso mi mano en su mejilla. —esto es todo. —lo observo unos segundos, me observa con dolor, él cuál no puedo comprender porque todo esto es petición de él. Observo sus labios rojos, y los acaricio suavemente con mi pulgar, sintiendo su suavidad.

—lamento no poder darte más que esto. —lleva su mano a la mía que está en su mejilla y la aprieta, luego vuelve el rostro y deja un beso en ella.

—lo sé, no te preocupes, yo acepté. —respondo, me acerco y lo beso en los labios, lo cual el responde enseguida. —además, no quiero perder nuestra amistad. —digo al separarnos. Sus ojos ahora me observan con lástima, una lástima que no puedo aguantar, y niego con la cabeza para que deje de hacerlo. Puedo soportar que todo el mundo me mire así, menos él. Lo comprende y aliviana el ambiente con sus bromas.

El secreto de AbelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora