Capítulo 6: ¿Acosador?

91 13 87
                                    

*Posibles errores ortográficos o de tipeo, si encuentran avisar por favor ❤️*

*Posibles errores ortográficos o de tipeo, si encuentran avisar por favor ❤️*

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Agh, dolor de cabeza. Jodida migraña. Maldito mal estar luego de tomar como desquiciada, como sea que le llamen. Lo odio.

Ah, y dolor en todo mi cuerpo.

Ah y en la cabeza, jaja.

Levanto mi cabeza de la almohada aún media dormida y veo la hora en mi celular, 7;32 de la mañana.

¿Quién mierda se despierta tan temprano y viene a tocar a la puerta a esta hora?

—¡Maia! —intento hablar en voz alta y joder como duele. —¡MAIA! —ahora sí que grito y me lamento enseguida, mientras aplasto mi rostro en la almohada. —¡Joder Maia, ve a ver quién es! —vuelvo a insistir.

Y pum, algo hace clic en mi cabeza y recuerdo que Maia posiblemente no esté en casa por su ligue de anoche.

Mierda.

Me levanto a duras penas de la cama, aún llevo la ropa de ayer porque sí, con toda la situación no me dieron ganas ni de desvestirme, y la verdad que lástima por la persona que tenga que verme ahora en este estado porque soy un desastre.

Camino, medio dormida, mientras odio con toda el alma a aquella persona que osa despertarme tan temprano. Y al abrir me encuentro con nada más y nada menos que Sam. Y cabe resaltar que está bien vestido, con el cabello húmedo recién lavado, muy perfumado ya que el olor llega hasta mis fosas nasales y con una sonrisa de esquina a esquina.

—¡Hola dormilona! —dice entrando, dejándome atrás. Me tapo los oídos enseguida.

—no grites joder. —respondo.

—uy, alguien ya está como mi mamá.

—¿a qué hora te levantaste? —es lo único que se me viene a la cabeza al verlo. El me ignora mientras camina a la mesa del comedor para dejar algunas cosas que trajo. —o mejor dicho ¿dormiste? Porque no estoy segura que yo me fui tarde ayer, y tú te fuiste después de mí, no entiendo como tienes tanta energía. —me tiro en el sofá y el solo se encoje de hombros.

—¡Hey, cuidado! Te recuerdo que tienes una herida, y creo que es la costumbre. —luego vuelve la vista a sus bolsas. —pero para tu suerte, tienes un amigo genial que se imaginaba tu... —me mira como si pensara en algo. —tu estado deplorable, así que te traje algunas cosas. —vuelve a sonreír. Yo solo veo como saca y saca cosas y me las deja encima de la mesa. Entre ellas unas pastillas, una bebida energética poweread, una sopa instantánea, una botella de agua, gazas y creo que vi un botiquín de primeros auxilios por ahí.

—¿eran necesarias tantas cosas? Solo fue un rasguño. —me quejo por lo bajo.

—no Artie, no sé ni como mierda pasó lo de ayer, aún todo es muy confuso, pero aquí estoy, dispuesto a hacer de enfermero personal. —me da una pequeña sonrisa de lado, suelto el aire de mis pulmones y lo observo con cariño

El secreto de AbelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora