Capítulo 10: Eulalia.

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Maratón 

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Las cosas con Maia estaban mal.

Luego de nuestra discusión pasé la tarde con Sam y llegué tarde a casa, al llegar no había rastros de ella, aunque tampoco esperaba que estuviese. A las tres de la mañana escuché la puerta abrirse y otro portazo y sube que había llegado.

El martes me evitó todo lo que pudo, y yo ya estaba lo bastante arrepentida. Me fui a casa de Mack para pasar el tiempo y no sentirme tan sola, y en la tarde me quedé a dormir con Nath.

El miércoles la vi durante cinco minutos en que estaba tomando desayuno en el comedor antes de irse a clases, intenté comenzar una conversación, pero solo me respondió con un "no quiero hablar". Así que lo dejé estar.

—ya no aguanto. —le dije a Sam y silvestre, quien estaban sentados frente a mí escuchando todo lo que tenía que decir sobre mi discusión con Maia.

—estamos seguros de eso, has estado mendigando compañía por todos lados. —Sam se burló de mí. Yo bufé y lo ignoré.

—Bueno, debes admitir que la chica tiene su punto, no sé muy bien en que. —debo aclarar que Sil no sabe toda la historia, evité los reales motivos de la discusión, pero se lo expliqué de una manera para que él lograra comprender. —pero se nota que Maia solo está buscando protegerte, sabes que esa rubia es muy protectora con los que quiere. —asintió para darle más importancia. —ojalá a mi me protegiera de igual manera y no me insultara cada vez que me ve.

—Eso es porque tú también la molestas. —contraataca Sam. Silvestre lo observa con desagrado.

—eso es porque ella me trata mal desde siempre, si me tratara bien, yo sería una ternurita con ella, tal como contigo. —ahora sus ojos azules se clavaron en mí. — muñequita.

—¡Al punto! —pedí.

—bueno, yo creo que las dos tienen sus puntos, las dos se equivocaron y dijeron cosas que no habrían dicho estando en sus cinco sentidos, así que es necesario que las dos se disculpen por igual. —dijo Sam, cruzó los brazos sobre la mesa y me observó con tranquilidad.

Exhalé con frustración.

—¡Pero si Maia es muy orgullosa! Como siquiera quieres que se acepte disculparse. —llevo a vista a mi café y lo cojo de la manilla para llevármelo a los labios. Nos encontrábamos en Coupa Coffe conversando sobre mi vida, Nath me había dejado allí luego de irse a su apartamento.

—te contaré un pequeño secreto. —dijo Sil y se inclinó un poco sobre la mesa, y la camisa amarilla, que es parte de su uniforme de trabajo, se ciñó a sus brazos musculosos y trabajados. —alguien también anduvo por aquí contándonos que no soportaba más esta triste soledad. —susurró con emocionalidad.

Ese comentario me dio un mínimo de esperanza y mejoró de por si mi semana.

Escuché un golpe y divisé a Sam dándole una palmada a Sil en la cabeza.

—¡Se suponía que no debíamos decir nada, genio! ¡nosotros aconsejamos, pero no revelamos! —lo reprimió Sam.

—¡pero mírala, ya no aguanto verla así, se ve devastada! —respondió el castaño lleno de tatuajes.

—¡Hey, sigo aquí! —exclamé, ellos ni siquiera me miraron y siguieron en o suyo.

—Shh —Silvestre cruzó la mesa con su brazo y lo llevó a mi cara para cubrir mis labios con su dedo índice, me quedé estática ante eso. —deja que los grandes resolvamos esto, cariño. —ese gesto me dio risa y no pude evitar reírme.

El secreto de AbelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora