By Jungkook.
Me temblaban las manos. Me sudaban. ¿Por qué estaba sudando? ¿Por qué tenía tanto frío? ¿A qué venían esas arcadas? ¿Y esas ganas de vomitar?
¿Por qué el niño estaba tan solo?
¿Quién está solo?
¿Qué niño?
No hay ningún niño. No está llorando.
No hay ninguna tormenta, la lluvia no repiquetea contra el cristal de la ventana, no se oye ningún trueno. No hace frío. No tengo miedo.
¿Quién tiene miedo? ¿Qué es eso? Yo no tengo miedo.
—Jimiiiiiin...
¿Quién dice eso?
—Jiminiiiiiiiiie...
¿Quién eres tú? ¿Por qué dices eso? ¿A quién intentas llamar?
—Jiminie... hoy es mi cumpleaños. ¡Hoy cumplo cinco años!
¿Cumples cinco años? ¿Quién eres tú?
—Felicítame.
No va a felicitarte.
—¡Felicítame, Jiminie!
No va a hacerlo.
—¿Por qué no me felicitas? ¿Por qué no dices nada, Jiminie? ¿Por qué nunca dices nada? ¿Por qué siempre estás callado?
Porque no está vivo. No existe. Jiminie no existe y aunque existiera, no te querría.
—¡Muérete Jiminie! ¡MUÉRETE! ¡Te odio!
¿Lo ves? No va a felicitarte.
—¿Por qué...? ¿Por qué, Jimin...?
Porque es un Muñeco. Y lo has roto.
—Lo siento, Jimin... lo siento...
Eres un idiota patético. Deja de llorar. ¡Pero qué asco!
¡Jungkook, das asco!
Abrí los ojos y tal y como suponía, mojado hasta arriba por el sudor frío, temblando por lo mismo, me miré las manos alzadas, incrédulo. No había nada en ellas, solo mis dedos. Suspiré de alivio, moviéndolos para cerciorarme de que no seguía soñando. No. Eran mis manos grandes y fuertes, con los nudillos agrietados cubiertos por la sangre seca, no pequeñas y débiles, como las manos de un niño.
Me alcé del respaldo del asiento del conductor, apartando la cara del volante. Arg... estaba babeando y lo primero que hice fue apartarme la baba bruscamente de la boca, asqueado. Luego, miré al frente. Lo primero que pensé fue que me había estrellado con el coche y me había quedado inconsciente. Después, olisqueando el aire asfixiante que volaba a mi alrededor, supe que todo había sido una mala pasada por la mala mezcla de alcohol y algo de hierba. No... ¿Quién había fumado porros en mi coche? ¡Yo no fumaba porros en mi coche, nunca! ¡Ni bebía! A mi lado, en el asiento del copiloto, encontré una botella vacía y todo su contenido desparramado sobre el asiento, más que chupado al mismo. ¡Genial! ¿Tan colocado había estado? Miré hacia atrás, por si acaso sin darme cuenta había metido a alguien más en el coche. Por suerte, no había nadie. Luego miraría el maletero. La última vez me encontré a alguien durmiendo en el maletero.
Pero... ¿Y yo por qué coño había cogido el coche? Sacudí la cabeza. Al final tendrían razón los de la tele y las drogas serían malas...
Bueno... a peor ya no podía ir.
Cuando recordé por qué me había metido dos chutes de coca el día anterior y por qué había mezclado con la bebida... supe que sí podía ir a peor.
Jimin estaba en mi casa. Y ahí seguiría después de cuatro días.
Suspiré. Estaba cansado, hecho polvo después de la coca, la bebida, una pelea que me había dejado con los puños medio quebrados y la cabeza atontada. Llevaba casi una semana sin pegar ojo en condiciones y finalmente, había caído desplomado en mi coche. Cuando me fijé en la hora y calculé mentalmente, supe que había estado cerca de dieciséis horas dormido en un parking público. El hambre me atacó y la sed me pidió a gritos algo de agua. Además... necesitaba mear con urgencia.
Intenté desentumecer el cuerpo agitándome un poco, preparándome para salir del coche y buscar un baño a rastras cuando noté un pinchazo en la pierna que me dejó sin aliento. El dolor trepó por mi muslo hasta hacer temblequear mi espalda desagradablemente. Me chirriaron los dientes. ¿Qué tenía en la pierna? No me la había ni rozado en la pelea. ¿Me la habría roto sin darme cuenta cuando estaba colocado? Intenté encogerla para apoyarla en el asiento y buscar la herida, pero preferí no hacerlo. Era demasiado desagradable. Sentía algo húmedo y pringoso descender por ella. Parecía tener algo amoldado a la piel, pegado. Era asqueroso.
Arranqué el coche, sacudiendo la cabeza y deseé con todas mis fuerzas tener los cojones suficientes como para aguantar la enorme meada dentro de mi vejiga hasta llegar a casa.
También deseé tener el valor suficiente para verle y no intentar meterle la lengua hasta la campanilla, ni intentar tocarlo, ni follármelo... era extraño. No entendía muy bien lo que me pasaba por la cabeza. Algo me decía — mi polla quizás — que me lo tirara y que jugara con él igual que siempre, que me aprovechara de la situación como siempre había hecho, que no tenía por qué no hacerlo cuando él mismo había decidido quedarse aun habiéndole advertido. Quien avisa no es traidor. Si había decidido quedarse, había decidido que me pertenecía y que podía hacer con él lo que quisiera hasta que se fuera... estaba en mi derecho ¿no? Si él quería seguir jugando a los muñecos, ¿quién era yo para negárselo?
Por otra parte, quería hacerle daño. Esa parte seguramente estaría regida por mi rencor hacia mi apestosa... hum... ¿Se podría llamar familia? Jauría pegaría más. Quería destruirlo, quería arruinarlo, quería verle llorar y hacerle suplicar piedad, quería que se humillara intentando encontrar algo de aprecio hacia él por mi parte. Quería que lo pasara realmente mal.
¡Oh, eso era lo que más deseaba!
...Pero luego... estaba esa otra parte. Una parte que, a decir verdad, no sabía de donde venía ni qué quería, ni quién la guiaba, ni cuál era su propósito. Esa parte era tan estúpida e ilógica, que me parecía un absurdo... y sin embargo era por la que más me gustaba dejarme llevar y por la que siempre acababa decantándome cuando tocaba o mantenía una conversación demasiado larga con Jimin. ¡Esa parte era una completa hija de puta! Era una completa manipuladora, pero a la vez, era tan espontánea que se te hacía difícil pensar que todo lo que conseguía mover en mí había sido manipulado previamente. No sabía cómo lo hacía, pero cuando veía llorar a Jimin siempre me presionaba brutalmente para que lo consolara y, si era yo quien le había hecho llorar y no me disculpaba ni lo consolaba, luego me jodía bien, atacándome con una molestia tan clara en el pecho y unas imágenes de Jimin perforándome la cabeza con tanta fuerza, que me veía obligado a meterme cualquier cosa con tal de sacarme esas imágenes de encima. De hecho, creo que nunca había consumido tanta coca en tan poco tiempo como en los últimos días con la única intención de borrar sus lágrimas de mi mente.
Esa parte también era muy posesiva y protectora. Cuando unos días antes fui testigo de esa pelea tan burra entre mi hermano pequeño y Taehyung, el Príncipe, esa parte se disparó como una bala se dispara cuando aprietan el gatillo. No dudé en tirarme encima de Taehyung. ¿Atacar a un miembro de mi manada por defender a un solitario y herido perrillo perdido? ¡Eso era impensable! Y yo lo había hecho. ¡Esa parte estaba como una regadera!
Y luego... cómo se me había ido la mano cuando intenté hacerle suplicar, cómo esa parte protectora y afable había devorado de un mordisco a mi parte más lujuriosa, ¡Cómo había conseguido hacer cambiar las tornas de mi juego cuando masturbé a Jimin con la única intención de penetrarle salvajemente! Esa parte desconocida había conseguido que me preocupará por ofrecerle placer al perrillo herido, tragándose mis intenciones de montarlo sin contemplaciones, haciéndole daño, hiriéndole. Esa parte estaba en contra de las otras dos. ¡No me dejaba hacerle daño, no me lo permitía! No me dejaba causarle todo el daño que podía causarle, me lo tenía prohibido.
Tenía una hipótesis. Esa parte me había dominado sin darme cuenta en Seúl y al volver a Busan, al apartarme de Jimin, mis instintos básicos, las dos partes que habían quedado olvidadas volvieron con todo su potencial, tragándose la parte "buena". De acuerdo, llamemos a la parte protectora, "Parte ilógica y absurdamente anti—yo" y, a las otras dos partes, la lujuriosa y la ansiosa por hacer daño, "Parte lógica y totalmente pro—yo". La "Parte ilógica y absurdamente anti—yo" había quedado toda mi vida en un margen, lejos de mi cabeza, y la "Parte lógica y totalmente pro—yo" había formado parte de mí el día a día en Busan. Ahora, después de conocer a Jimin y sobretodo cuanto lo tenía delante, la "Parte ilógica y absurdamente anti—yo", renace, me domina y empuja a la "Parte lógica y totalmente pro—yo" al margen.
¿Solución a la ecuación? Esa "Parte ilógica y absurdamente anti—yo" debe morir. Y para morir, Jimin no debe existir. Pero como esa parte me niega rotundamente la posibilidad de hacerle un gran daño a Jimin, el suficiente como para matarlo, tengo que eliminarlo de otra manera y la única manera es... huyendo.
¡Maldita "Parte ilógica y absurdamente anti—yo"! ¡Pero si ni siquiera sé lo que eres, de dónde sales ni lo que significas y ya me estás jodiendo la vida! ¿Y yo por qué le doy nombre a esta parte? ¿A qué viene este filosofeo? ¡Si yo odio filosofar! ¿Es que acaso la "Parte ilógica y absurdamente anti—yo" me está dominando otra vez? ¿Y sin tener a Jimin delante? ¿Por qué hago y pienso tantas gilipolleces cuando tengo a Jimin en mi cabeza? ¿Por qué al Muñeco de los huevos, sentado a mi lado, le ha dado ahora por darse cabezazos contra el cristal de la ventana? ¿Está hecho un lío como yo? ¿Debería situar a mi "Parte ilógica y absurdamente anti—yo" y mi "Parte lógica y totalmente pro—yo" en otra categoría?... ¡Argg! ¡Maldito seas, Platón, Aristóteles y toda su maldita estirpe!
Ahogándome en un vaso de agua, cabreado simplemente por darle demasiadas vueltas a la cabeza, el tiempo se me pasa volando. Cuando me percaté de ello ya había pasado mi casa y estaba dando vueltas por el Coliseo... o quizás sí me había dado cuenta, pero había pasado de largo adrede. Di la vuelta, a punto de explotar, con la pierna cada vez más machacada, pisando los frenos y el acelerador con dificultad y acelerando un poco más, saltándome las señales de stop y algún que otro semáforo.
De repente, me di cuenta de que estaba alterado. Tenía un mal presentimiento. Me picaba el brazo. Miles de hormigas me lo picoteaban. Ah, mierda... se me había quedado dormido.
Cuando aparqué por fin frente a casa y abrí la puerta del coche, intentando salir arrastrando la pierna herida, me di cuenta de que no estaba muy en forma. La pierna me fastidiaba y me escocía tanto que me costaba moverla y fui cojeando hasta la puerta, sudando. Tenía escalofríos y me apoyé sobre la pared de mi casa. ¿Serían efectos de la cocaína? Seguramente y saberlo solo consiguió que aumentaran mis ganas de más. Tenía mono... era raro. Nunca había tenido mono. Debía deshacerme de Jimin. No sólo me afectaba demasiado a la cabeza, si no que también me desviaba a lo bestia de mi realidad, de mi mundo. Me hacía equivocarme y en los barrios bajos, una equivocación podía matarme.
Debía quitármelo de encima, debía... miré hacia mi derecha. La furgoneta de mi padre no estaba. ¿Se habría ido ya, por fin, a trabajar? ¿Volvería esta vez? Ojalá se matara por ahí y no volviera, ¿Cómo se le ocurría dejarme solo con Jimin, con el hermano al que he intentado matar en su cara con mis propias manos? Inconsciente. El muy imbécil podría haberse llevado a Jimin de vuelta a Seúl en lugar de... ¿Podría habérselo llevado? Giré la cabeza. Miré la puerta de casa, con los ojos desorbitados. Un temblor violento me sacudió el brazo. No oía nada al otro lado. ¿La casa estaba vacía? Mi padre... ¿se había llevado a Jimin a Seúl, lejos de mí, otra vez? Sacudí la cabeza. ¿Mi padre? Ni siquiera habría vuelto a por Jimin en esos cuatro días que llevábamos sin vernos. No se habría ni preocupado por traer comida ni agua, seguramente mi hermano habría estado solo todo ese tiempo, completamente solo en una ciudad desconocida, desesperado, sufriendo, asustado, pasándolo realmente mal. Seguramente habría estado llorando... seguramente...
¡Mierda!
Abrí la puerta, golpeando la pared al empujarla. Ddosun salió corriendo por el pasillo directo hacia mí, ladrándome, gruñéndome. Lo ignoré por completo y corrí hasta el salón vacío, hasta la cocina. Abrí la puerta de un golpe. Nada. Corrí hacia el piso de arriba, tropezando con las escaleras y cayendo bruscamente sobre ellas. Me levanté entre gruñidos de dolor por la pierna destrozada y abrí la puerta del trastero. Vacío, tal y como había quedado la última vez que lo vi. La única diferencia radicaba en que estaba mucho más limpio, con el suelo impecable y un olorcito floral en él. Jimin... me di la vuelta y bajé por las escaleras, saltando al suelo en las últimas. Noté algo desprenderse de mi pierna, algo pegajoso y asqueroso y de nuevo, un líquido pringoso me la empapó. Ignoré esa desagradable sensación y corrí hasta mi cuarto abierto. Me asomé, con la respiración rápida y ansiosa.
Nada.
No... Jimin no estaba...
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⛓️Muñeco Encadenado⛓️ ~Kookmin
FanfictionBy Jungkook ¿Qué haces aquí, Jimin? Debería preguntar. ¿Es posible que esto sea lo que llaman destino? Si creyera en el destino, si creyera en Dios, si creyera en el karma, si creyera en algo, sin duda ese algo sería el culpable de nuestro reencuent...