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—Oh, vaya. – murmuró ella. Me observó en silencio, intentando desprender al gatito de los cables con tirones cautos. No quería hacerle daño y, aun así, el animalito sollozó varias veces. Me pinché varias veces las manos con los hilos conductores que atravesaban el tubo de plástico. Menos mal que no estaba conectado a ninguna especie de corriente eléctrica.
Llegó un momento en el que el gato solo me miraba, con ojos abiertos y curiosos. Se quedó quieto y dejó de maullar cuando conseguí soltarle una pata. Soltarle la otra fue mucho más fácil.

—Ya está. – avisé a la chica, detrás de mí. – Pero deberías llevarlo al veterinario. El pobre se ha hecho da... — de repente, el lomo del gato se erizó en mis brazos y un siseo amenazante emanó de su pequeña boca. — ¿Pequeño?

No tuve tiempo de resistirme. Solté a Kasimir de manera brusca y él cayó al suelo, de pie. Empezó a maullar e incluso diría que a intentar ayudarme cuando alguien me rodeó el cuello con algún tipo de cuerda o hilo y tiró de mí hacia atrás, cortándome la respiración y casi la yugular con el brusco movimiento. Me puse de pie y mis manos instintivamente agarraron el fino instrumento que me ahogaba. Era otro cable, igual que el que había aprisionado al gato.
La chica, a mi lado, me observaba con una mueca de satisfacción en la boca.

—Venga, vamos, que no nos vea nadie. – dijo, y la persona que me ahogaba tiró del cable con más fuerza, apartándome de la calle principal. Intenté resistirme, pero si me movía mucho, el dolor afilado del cable raspándose contra mi piel me dejaba sin aliento. No podía hablar.

—¡Venga, capullo, suelta todo lo que tengas! – me amenazó la persona que tenía detrás. Supe que era otra chica por la agudeza de su voz. La que tenía delante sacó un destornillador del bolsillo, y me apuntó el estómago con la punta.

—Dame lo que tengas y no te abriré la barriga, ¿vale? – sonrió. Cerré los ojos. No podía hablar. En su lugar, tosí y la chica aflojó un poco el agarre.

—¿A qué clase de idiota se le ocurre salir de casa sin protección ninguna?

—Aunque no tenga protección, seguro que tiene pasta. Mírale. Es tan blanquito y tiene una piel tan fina... seguro que es de los barrios altos.

—Sí, y los de los barrios altos siempre se pasean tan sueltos por aquí... — la chica del gato, la mentirosa, la que seguramente había preparado al pobre animal como trampa para cazar a alguien despistado, empezó a tocarme. Me metió las manos en los bolsillos, buscando. Me subió la camiseta hasta las axilas, como si esperara que tuviera algo pegado a la piel y se agachó delante de mí, tocándome las piernas. Me estaba chaqueando obscenamente. Cuando vio que no tenía nada, se levantó y me pasó la mano por la entrepierna. Cerró los dedos en torno a ella y yo me encogí de dolor.

—¿No tienes nada? – negué lentamente con la cabeza. — ¿Nada de nada? ¿Un señorito de los altos que viene aquí sin nada? ¡Vaya mierda!

—Quítale la ropa, tía. Podemos sacar algo por ella. – la ropa de Jungkook... me mataría cuando se enterara.

—No... — tosí. La chica tiró con más fuerza del cable.

—¿Qué has dicho? – intenté salvar la ropa y algo de la dignidad que me quedaba y moví la boca y las cuerdas vocales.

—No soy... de los altos... – la chica aflojó el agarre otra vez. — ...Soy... un Encadenado... — tragué saliva y pestañeé, sintiendo como me ardían los ojos. Las dos chicas se miraron, perdiendo todo rastro de sonrisa y burla.

—Mentira. – habló la que tenía a la espalda. – Los Encadenados son listos y no salen de casa sin por lo menos algo con lo que defenderse. Tú no tienes nada. Si fueras uno de ellos, no te habrías parado a salvar al gato y ya me habrías roto el cuello.

⛓️Muñeco Encadenado⛓️ ~KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora