By Ricky.
—Oye, tía, ¿es verdad lo que dicen? ¡Dime que no es verdad!
—¡No puedes haberte liado con Jungkook!
—¡Estás de coña! ¿Lo has hecho de verdad?
—Bueno, tampoco tiene mucho mérito. Jungkook se enrolla con cualquiera.
—Lo sé. Pero no se ha liado contigo ¿verdad? Ni contigo, ni contigo… sólo conmigo. El motivo es obvio, ¿no?
Me acordaba de aquellas risas guasonas, la forma de presumir sobre mis logros con los chicos y con mis uñas perfectas, mi ropa perfectamente conjuntada, mi maquillaje perfecto, mi pelo perfecto, mi manera de hablar perfecta, engatusar y seducir. Sobre todo me acordaba de aquellas palabras de chica popular a la que le sobraban las amistades o, más bien, las conveniencias. Ya se sabe. De cien personas que una chica o chico pueden llegar a conocer, solo una se preocupará por ti, te dará buenos consejos cuando los necesites y estará contigo en los momentos buenos y malos. Solo una, de entre cien. Sobre todo si eres popular.
La fama es una maldición en ese sentido y las personas que la poseen, acabarán siendo infelices.Yo hacía cosas que una chica de catorce años no debería hacer. Disparates como quitarse la virginidad con un chico con experiencia solo para parecer guay y experimentar. ¡Cómo me arrepentí después!
Por aquel entonces, tenía muchas amigas y amigos. Todos falsos, por supuesto.
—Jungkook está allí. – Luu, la que consideraba mi mejor amiga o, al menos, chica de “casi-confianza”, me señaló el centro del cuadrilátero, la arena oscura siendo levantada con las pisadas de dos titanes combatiendo a muerte por un puesto sin ningún valor. Luego me enteraría de que Jungkook no se dejaba los dientes atrás por una señal de respeto. Lo hacía por dinero, igual que hacía otras cosas de las que prefería no saber nada.
Jungkook cayó al suelo de boca, escupiendo sangre. Su oponente le gritaba e intentaba humillarle con horribles palabras que eran coreadas por la mayoría. Las gradas derruidas de aquel estadio abandonado se habían llenado como cada semana, por hombres y mujeres de entre quince y veintiocho años, pidiendo un poco de acción que les provocara un subidón de adrenalina. Aquello era el Coliseo. El por qué del nombre era obvio ¿no? Se reunían docenas de personas para observar y divertirse con una moderna batalla de gladiadores, sin espadas ni lanzas, tampoco escudos. Sólo puños. A veces algo más.
Entrar en el Coliseo para apostar en peleas de “gallos” era tan ilegal como organizarlas. Pero eso, en Busan, en sus barrios bajos, daba igual.
Podía sentir las patadas que le propinaban a Jungkook en las costillas cada vez que intentaba levantarse de la arena. Su cabello suelto y largo, rozándole los hombros en una media melena negra, habían sido bañadas por la tierra.
—¿Crees que ganará? – le pregunté a Luu, mi única acompañante esa noche. Era la primera vez que asistía al Coliseo y mi amiga me apretó la mano al entrar, emocionada.
—¡Seguro que sí! Siempre remonta. – como si Jungkook, varios metros debajo de nosotras, nos hubiera oído, se dejó caer derrotado en el suelo durante unos segundos, suspirando, descansando y, cuando el público y el enemigo lo creyeron derrotado, apoyó las manos en la tierra y se levantó de un salto. Se plantó frente al tiarrón que lo había mandado al suelo, el que no tenía ni un rasguño y, con un movimiento pasmoso, éste se precipitó sobre él como un rinoceronte. Lo que vino a continuación me provocó cierta confusión. Jungkook alzó los brazos y los cerró en torno a la cabeza del contrincante, dándole una palmada doble en las dos orejas. La reacción de éste fue sacudir el cuerpo y el cuello con violencia y retroceder, tambaleándose. Se había quedado aturdido y por la manera en la que se llevó las manos a los oídos, con cara de desconcierto, diría que hasta sordo. Jungkook lo agarró entonces por la chaqueta y, apoyando el cuerpo del grandullón contra su propia espalda, ejerciendo una cierta fuerza gravitatoria, lo lanzó hacia delante, contra la valla, a las gradas. Su oponente cayó inconsciente sobre tres de los hombres que lo habían abucheado y escupido cuando se había visto en el suelo. — ¿Lo has visto? ¡Lo ha hecho, ha sido la hostia, la hostia! ¡Se lo ha cargado! ¡Vamos! – Luu tiró de mí, intentando esquivar a las personas que gritaban y saltaban en las gradas. Quería llegar hasta Jungkook y yo, desde mi posición, no le quité el ojo de encima. Le vi salir del cuadrilátero, dirigirse a los organizaros de las apuestas y coger un montón de dinero que escondió, no sé dónde exactamente. Luego, desapareció.
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⛓️Muñeco Encadenado⛓️ ~Kookmin
FanfictionBy Jungkook ¿Qué haces aquí, Jimin? Debería preguntar. ¿Es posible que esto sea lo que llaman destino? Si creyera en el destino, si creyera en Dios, si creyera en el karma, si creyera en algo, sin duda ese algo sería el culpable de nuestro reencuent...