Capitulo 28: El Heredero de Slytherin

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Harry se hallaba en el extremo de una sala muy grande, apenas iluminada, con columnas altas de piedra talladas con serpientes enlazadas, proyectando largas sombras negras sobre la extraña penumbra verdosa que reinaba en la estancia.

Con el corazón latiéndole muy rápido, Harry escuchó aquel silencio de ultratumba. Sacó su varita y avanzó por entre las columnas decoradas con serpientes. Sus pasos resonaban, iba con los ojos entornados, dispuesto a cerrarlos completamente al menor indicio de movimiento. Le parecía que las serpientes de piedra lo vigilaban. Más de una vez, el corazón le dio un vuelco al creer que alguna se movía.

Al llegar al último par de columnas, vio una estatua, tan alta como la cámara, que surgía imponente, adosada al muro del fondo. Harry tuvo que echar atrás la cabeza para poder ver el rostro gigantesco que la coronaba: era un rostro antiguo y simiesco, con una barba larga y fina que le llegaba casi hasta el final de la túnica de mago, donde unos enormes pies de color gris se asentaban sobre el liso suelo. Y entre los pies, boca abajo, vio una pequeña figura con túnica negra y el cabello de un rojo encendido.

—¡Ginny! -susurró Harry, corriendo hacia ella e hincándose de rodillas—. ¡Ginny! ¡No estés muerta! ¡Por favor, no estés muerta! -Dejó la varita a un lado, cogió a Ginny por los hombros y le dio la vuelta. Tenía la cara tan blanca y fría como el mármol, aunque los ojos estaban cerrados, así que no estaba petrificada. Pero entonces tenía que estar...—. Ginny, por favor, despierta -susurró Harry sin esperanza, agitándola, buscó alguna señal de Lyra pero no había nada.

—No despertará -dijo una voz suave. Harry se enderezó de un salto.

Tom Ryddle estaba apoyado contra la columna más cercana, mirándolo.

—Tom... ¿Tom Ryddle? -Ryddle asintió con la cabeza, sin apartar los ojos del rostro de Harry.

—¿Qué quieres decir? ¿Por qué no despertará? -dijo Harry desesperado—. ¿Ella no está... no está...?

—Todavía está viva -contestó Ryddle—, pero por muy poco tiempo.

—¿Eres un fantasma? -preguntó Harry dubitativo.

—Soy un recuerdo -respondió tranquilamente— guardado en un diario durante cincuenta años.

Ryddle señaló hacia los dedos de los pies de la estatua, allí se encontraba su diario, buscó desesperadamente a Lyra, no se iba a dar por vencido, ella debía de estar ahí y sobre todo a salvo.

—Tienes que ayudarme, Tom -dijo Harry, volviendo a levantar la cabeza—. Tenemos que sacarlas de aquí. Tienes que ayudarme a encontrar a mi amiga, Lyra, hay un basilisco... No sé dónde está, pero podría llegar en cualquier momento. Por favor, ayúdame...

Ryddle no se movió

—Escucha, ¡Tenemos que huir! Si aparece el basilisco... ¿Sabes donde está? ella está en peligro, necesito encontrarla -volvió a preguntar un poco mas desesperado y con impaciencia.

—No vendrá si no es llamado. Oh por cierto, Lyl's querida, ven aquí -dijo en alto con gracia y una sonrisa. Harry lo miró desconcertado, cuando dirigió su mirada hacia donde Tom miraba, vio una silueta saliendo de las sombras. Era Lyra, Harry acomodó cuidadosamente a Ginny un lado y se acerco a su amiga.

—Lyra -dijo esperanzado, una sonrisa apareció en sus labios pero esa sonrisa desapareció poco a poco al ver el estado en la que ella estaba. Estaba temblando a penas parpadeaba, tenía aspecto aterrada y como si ella no estuviera ahí, estaba mas pálida de lo normal a parte de las evidentes heridas y moretones.

El corazón de Harry se encogió o tal vez se quebró pero definitivamente le dolió verla de esa manera. Tom sonreía al ver a Harry tan dolido.

—¿Que le pasó? -preguntó en un susurro, luego volvió a repetir su pregunta desesperadamente, miró a Tom buscando respuestas.

Lyra Grindelwald y el Heredero de Slytherin [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora