El beso bajo la lluvia un torbellino de emociones.

6 0 0
                                    


Quería ser el hombre que la amara por el resto de su vida, sólo si ella quería, quería ser el hombre que la sostuviera, si ella quería que fuera así, no sería el hombre que la obligaría a hacer eso.

-

La alarma suena y medio dormido, estiro mi mano y la apago de un golpe.

Frustrado y cansado, exhalé. Tallé mi rostro y decidí levantarme de una vez, estaba exhausto de haber limpiado hasta tarde, no tengo idea de cómo tuve la fuerza de voluntad de aún bañarme y ponerme la pijama, estando tan cansado anoche.

Tomé una sudadera, sin importarme que aún estaba en pijama y salí de casa. Aunque era mi día de descanso, acompañaría a Joanne al café. La mañana estaba fresca y esperaba por ella afuera, el sol apenas comenzaba a asomarse. Ella se asoma y me saluda, con sus mejillas rojizas.

Sonreí y la saludé con la mano.

—¡Adiós, abuelos, los quiero! —Grita y sale contenta.

"¿De dónde sacaba esa alegría esta mujer siempre?"

Sonreí ampliamente y ella corre a abrazarme. —¡Hola, mi amor! —Dice y me llena de besos los labios, comencé a reír. Rodeándola con mis manos, su cabello estaba húmedo, ¡por dios! Iba a enfermarse.

—Hola, Luci. —Le digo y ella borra su sonrisa.

—¿Luci? —Dice y sus ojos están preocupados. —¿Quién es Luci? —Pregunta algo preocupada, fruncí el ceño.

—No me has dejado terminar. —Reí. —Luci es por luciérnaga. Porque siempre estás encendida con esa alegría. —Le digo y ella parece algo aliviada y se ríe. —No comprendo porque te has preocupado. —Le digo sin entender,

Ella besa rápido mis labios y vuelve a rodearme del cuello. —Luci, es nombre de chica en México. —Me dice y ahora entiendo que al escucharme ha creído que he dicho el nombre de alguna otra chica.

Abro los ojos en pena. —Vaya, mierda. —Comencé a reír. —Lo lamento. —Le digo y ella asiente y me besa.

Observé que sólo traía un abrigo delgado. Me preocupaba que estaba recién bañada y con el frío de esta mañana se enfermara.

—Mierda, Lean. ¿Quieres matarme, cierto? —Le digo. —¿Quieres por favor ir adentro por un suéter más grueso? —Le digo y ella niega.

—No seas un gruñón, vamos que si no me rebajaran la primera hora.

Y comienza a caminar risueña. A medida que la alcanzo comienzo a quitarme la sudadera y entregándosela, quedando en manga larga. —Ponte esto. —Le digo y ella me mira.

—No, tú abrígate. —Me mira. —Estoy bien, en serio.

—Joanne. —Le digo, pero ella no me hace caso. Y comienza a correr, parece estar muy alegre el día de hoy.

Paramos frente a la cafetería y se despide con un pequeño beso. —Nos vemos, mi amor. —Dice sonriente y le sonrío después de ese pequeño beso.

—Vendré a las seis por ti. —Le sonrío y ella asiente. —Que tengas un bonito día, preciosa.

Ella sonríe y entra.

Joanne había pedido permiso de quedarse más tiempo el día de hoy, como tiempo extra y le han aceptado, y estaba de acuerdo con ello, así ella podría alcanzarle los pagos de su universidad.

Cerré la puerta detrás de mí, sintiéndome más en calor, comencé a hacer el desayuno y después levanté a mi padre. Él se levantó con las muletas y comenzó a bañarse, estaba sentado en la cama, esperando por él, él sale y me mira.

Los colores del alma| LG(B)TQ+Donde viven las historias. Descúbrelo ahora