Un vuelco en la felicidad.

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El abuelo de Joanne se había dormido hace unas horas, el sol ya estaba saliendo y me encontraba mirando por la ventana, a pesar de lo poco que había dormido en las últimas 24 hrs. No me había dado sueño, la puerta se abre y Joanne se asoma, lo vi a través del reflejo de la ventana, sonreí y me giré. Joanne entró y me abrazó, estaba recién bañada, indicándome que iba a ir a la universidad.

—Hola, cariño.—Susurra y mis manos la rodean, su abuela me saluda a distancia y le sonrió, saludándole, evitaban hacer ruido para no despertar al señor Lean.—¿como te sientes?—Dice besándome rápidamente los labios, le sonreí y vi que su abuela estaba distraída.

—Excelentemente bien.—Le digo y acaricio su mejilla.—Me da gusto verte descansada.

—De verdad muchas gracias.—Dice besándome una vez más.
Mis ojos miraron a su abuelo.—JOANNE.

Ella se ríe y se sume de hombros.—Lo siento abuelo, pensé que estaba dormido. Además, es un pequeño premio para Jackson después del grandísimo favor.

Ella se acerca a su abuelo y lo abraza. Su abuelo la mira algo inconforme.—Yo también estoy agradecido con él y no lo estoy besando, Joanne.—Suelta su abuelo, en un tono más relajado, lo que me hace reír.

Joanne lo mira sorprendida y sin pensarlo dos veces le dice—.¡Aaaaa no, abuelo, no soy celosa, no se detenga por mi!—Los tres estallamos de risa al escucharla decirlo.

Su abuelo se ríe y niega.—Tremenda como siempre ¿Aa?

Ella sólo se ríe.
—¿Te han dicho algo? —La señora Lean le pregunta.

—Sólo dijeron que hoy me dejarían salir, a medio día.—Dice—Jackson ha ido a por los papeles para que me dejaran irme a casa.

—No pude firmarlos por que aún no soy mayor de edad aquí, pero si me los firma voy a entregarlos sin problema.

Ella asiente y comienza a firmarlos. Joanne le estaba traduciendo el documento impreso a su abuela.
—¿Por que no vas a dormir, Jackson? —Me dice la señora Lean.—Yo me quedaré con mi esposo toda la mañana, sirve que vas a descansar.

—Me gustaría quedarme para ver si se les ofrece algo.—Dije.

—Nada de eso muchacho, ya has hecho suficiente, no te preocupes más, estaremos  bien, anda a descansar, estás más pálido que un muerto, anda.

Comencé a reír y asentí.—Bien, entonces me iré, pero los veré aquí a mediodía.
—Si eso deseas, nosotros encantados.
Asentí.

Me despedí de ellos y miré a Joanne.—Vamos, te dejo en la universidad para que no llegues tarde.

—No, ya te he molestado mucho,  a ti y a tu padre. No quisiera molestar más, me iré en un taxi.
—Nada de eso, vamos cielo.—Le digo tomándola de la mano.

Ella acepta y salimos, mi padre y yo la dejamos en la universidad. En todo el camino estuvo cantando las canciones de Michael Jackson que salían por el viejo radio que traía mi padre en la camioneta, me uní a ella en cuestión de segundos y mi padre sólo reía al escucharnos cantar desafinadamente.

Una vez que llegamos a la universidad me bajé con ella, alejándonos unos pasos de mi padre. Ella le agradeció y luego tomó mis manos.—No sabes cuánto significa para mi todo esto que estás haciendo por mi familia.

—No tienes nada de que agradecer, bonita.—Le dije besando su frente y ella sonrío.—Es mi familia ahora.—Sus ojos brillaron ante mis palabras.—Y... por la familia se hace lo que sea, o al menos eso me enseñó México.

Una sonrisa grande aparece en sus labios.
—Te quiero tanto.—Me dice y le sonrío.
—Y yo a ti, no sabes cuanto. También no sabes cuanto muero por besarte enfrente de todos ahora mismo.

Los colores del alma| LG(B)TQ+Donde viven las historias. Descúbrelo ahora