Un poema.

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Le sonrío leve.

—Joanne...—Me detengo y su atención está en mí—Gracias. —Ella asiente—Por todo...sé que mueres de curiosidad y respetas que no te lo cuente, cualquier otra persona me habría cuestionado hasta sacar el chisme completo—Ella me mira atenta. —Gracias, por ser buena en todo lo que haces, buena amiga, buena compañera de clase, amiga nocturna, por estar aquí conmigo, por ser como eres. —Le digo. Y sus mejillas se ruborizan y agacha la cabeza y sé que la he dejado sin palabras.

Reí leve. —Vaya... te he dejado sin palabras. —Seguí riendo. Y sentí mis mejillas hacer lo mismo—Es muy extraño dejarte sin palabras. Soy el mejor.

Ella reí. —Basta, Jackson. —Dice estirando mi camiseta y dejando caer la bolsa de hielos dentro, haciéndome estremecer de lo frío que está. —Es hora de ir a clase.

Grité de lo frío y trato de sacarme la bolsa. —¡Dios mío!

—Veo que ya se te quitó el dolor. —Se burla y me mira a dos metros.

—Siga burlándose, señorita Lean. —La apunté.

—¿Estás iniciando una guerra? —Dice riendo.

—Me estás obligando a hacerlo. —Le sonreí.

—Bien. —Asiente— Va a ser genial. —Dice y sigue caminando.

—¡Espera! —Le grito y ella se gira una vez más. —Te veo en el descanso para ver cómo me ayudarás esta noche.

—Seguro—Dice y se va.

Me siento una vez más en el banco en donde Joanne me ayudó con mis golpes. Tallé mi rostro, pensando en todo lo que estaba pasando en mi vida y que me era difícil de entender.

Solté el aire para poder levantarme una vez más.

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La clase ya había empezado así que me recargué en el marco de la puerta.

Corazón interior no necesita

la miel helada que la luna vierte.

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,

tigre y paloma, sobre tu cintura

en duelo de mordiscos y azucenas.

Llena pues de palabras mi locura

o déjame vivir en mi serena

noche del alma para siempre oscura—Lee la maestra con atención a la clase, las chicas la miraban con un cierto brillo en los ojos. — Así se expresó Federico García Lorca. —Dice en un suspiro. —El poeta sufre por su amor. Desea recibir una carta, unas palabras que no llegan—Dice la maestra con anhelo— El poeta siente que muere ante la espera, ante el tiempo, como la flor cuando se marchita. —Alex me mira cuando la maestra termina de explicar el poema, y un sentimiento de abandono me abarca, Joanne está sentada al fondo y me mira con una leve sonrisa.

Los miro a ambos y me quedo ahí en la puerta, sin hacer otra cosa que estar ahí existiendo.

—¿Jackson? —La maestra me hace salir de mis pensamientos. —¿Llevas mucho ahí? ¿Por qué no pasas?

Tosí—Una disculpa, maestra, su poema realmente me atrapó. —Le digo a la maestra de literatura y ella sonríe.

—Me da gusto que te interese—Menciona—Ya que necesitas mejorar muchísimo en tus poemas, o... reprobarás el parcial. —Dice y yo sobé mi nuca en nerviosismo—Bien, pasa.

—Gracias. —Le digo y entro a sentarme en el único lugar disponible, lejos de Joanne y Alex.

—¿Sabes? Jackson—Me dice la maestra— Sé lo que te falta para que mejores.

Los colores del alma| LG(B)TQ+Donde viven las historias. Descúbrelo ahora