Paseo en coche

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Los gallos saludaron a la aurora lluviosa. Después del desayuno don Herman me informa que no podrá cumplir lo prometido por negocios imprevistos, pero me «consuela» al comunicarme que Giovanna será mi guía en el jeep verde (hasta ahora me entero que la estancia cuenta con cinco movilidades y que el orden de uso es inexistente).

El panorama era soberbio, la lluvia había cesado y todo vibrava como si tubiera vida propia, los pastos más verdes y sorprendentemente el agua que no tardó en filtrarse en la tierra; la naturaleza parecía renovada por la frescura que se respiraba, pero el cielo permanecía nublado.

Yo tenía el mando, ya había arrancado y solo corría en la dirección que me indicaba, antes de llegar a la carretera nos desviamos estancia adentro llegando a la corriente superior del delgado arroyo que atravesaba el «Tutumazo» y ella me sorprendió cuando antes de parar el jeep se abalanzó sobre mí, escurriendose sus pequeñas manos entre mi cinturón y la cremallera. Giovanna quería y yo también, las piernas abiertas, vestía una primorosa minifalda azul; se pone cómoda y se la introduce, yo me elevo para penetrarla mejor mientras bebo la miel de sus labios (mi amor reclinaste el asiento del volante, te me abrias en canal, tranquila y sin inhibiciones... ¡Ah! Tu cuerpo ondulando sobre mis lomos... Te amo), cierra los ojos y me cabalga, sube y baja, baja y sube. Y cuando alcanza el orgasmo se estremece abriendo los ojos y me susurra al oído : «Collita, papá Herman es a la vez mi padre y mi abuelo, mami es su hija natural». Su boca se curva dulcemente y agrega : «Collita ¿donde se fue tu arrechura?». La noticia me dejó fuera de combate.







Pata de lana (el arte del placer impuro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora