Hidráulica

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Pasó el domingo y el lunes sin mayor novedad. Las chicas en sus estudios, don Herman sin mucho tiempo libre afanado en el ganado y cosas afines. Yo como todo buen citadino completamente ignorante de todo esto. Husmeando en su despacho, sintiéndome un intruso, un invasor, el ladrón de genealogías que acecha y anhela encontrar el eslabón perdido del porqué, como y cuando sobre don Herman y su nieta; claro que podría entrevistarle a ella, pero así sólo conseguiria la mala voluntad del viejo y es que la chica algunas veces lo trata como a su abuelo fraterno y bondadoso, mientras que en otras ocasiones le es indiferente.

(Giovanna desde la primera vez que te vi puedo asegurarte que me gustaste, tu físico delgado y esbelto, tu rostro tan bello y esa nariz bonita. Y tus ojazos... ¡Sería una locura que me enamore!)

El sonido concreto de pisadas que se acercan me despierta de mis ensoñaciones, la puerta se abrió y aparece el rostro más hermoso que en mi vida viera.

Giovanna que me sorprende con las manos en la masa, perdón quice decír en el escritorio.

—¿Que haces? —. La pregunta inquisidora, lanzada con soberbia. Sus grandes ojos mirando mis manos que estaban en partidas de bautismo, fotografias y otros documentos. No puedo ocultar mi nerviosismo al ser descubierto pues permiso no tenía de «ordenar» el escritorio del jefe de familia.

—Solo busco información —. Le respondo serenamente sin inmutarme, ni sonrojarme. Al oírme alza la cabeza y su nariz afilada, sus ojos resplandecen.

—¡Se lo diré a mi abuelo! —. Dice. No le doy tiempo a salir de la pieza y felinamente la tomo de la muñeca derecha girandosela casi con fuerza hidráulica. Ella se queja de dolor y el susto me obliga a taparle la boca torpemente. «¡Colla bruto!», me grita a la vez que me muerde los dedos, yo también me quejo y la aprieto contra la puerta cerrada. Su cuerpo joven y fresco es de una suavidad arrebatadora, me perturba. No se como, la situación, el susto, la locura de mis actos, pero en un acto involuntario y temerário le estampo un beso de película en los labios, ella me pellisca en la garganta y yo cedo, me mira asombrada, sonríe y me besa con placentero deleite. Ahora la sorpresa es mía pues deja incluso que mis manos hurgen en su cuerpo, le acaricio los pequeños senos, tomo posesión de sus prietas nalgas.

Súbitamente se separa de mi y sale corriendo, dejándome con la rara sensación de que algo se oculta en esta familia. El aire acondicionado zumba suavemente, a través de la ventana observo que el viento no sopla y las hojas de los árboles permanecen inmóviles, comprobé que el cielo se encapoto y refucilaba en el horizonte. Enciendo un cigarrillo del escritorio y me sirvo algo de whisky.





Pata de lana (el arte del placer impuro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora