4 - Practicas

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Félix

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Félix

Ya han pasado algunas semanas desde la dichosa fiesta de campeones. Cada vez que veo al pendejo de Marcos me da dolor de cabeza. Se lo dije a la princesa en la fiesta: no me pienso dejar caer de la cima. Me he esforzado tanto para llegar aquí como para que un imbécil como Marcos me gane.

La semana pasada, Tania y yo tuvimos nuestro primer entrenamiento. Le dije que la ayudaría y eso es lo que estoy haciendo. No es tan mala en las vueltas como ella cree, pero a mí no me importa, después que la tenga cerca. Ella es la única que me puede ayudar a ser conocido. Durante los últimos años, ha mantenido un puntaje increíble en las competencias, mientras que yo nunca había estado en competencias internacionales.

Trabajar con Tania me divierte. Es tan caprichosa, grosera y egoísta que da risa. Todo siempre lo quiere para ella; en eso se parece mucho a mí. No piensa ceder el primer puesto, pero no lo va a ceder porque yo se lo voy a quitar.

Camino por el coliseo tras Jay, que últimamente anda con un humor de perros. No sé qué fue lo que pasó con Adela; no ha querido hablar del tema. Siempre que trato de sacarle información, solo evade el tema.

Llegamos a la pista, donde ya se encuentran Ander, Adela y Tania. La verdad, no conocía a Adela ni a Ander. De Adela sé algunas cosas porque Jay nunca deja de hablar de lo fabulosa e inteligente que es y cómo la perdió por cobarde. Ander es un tipo increíble, siempre sonriendo y disfrutando de la vida.

Nos acercamos a ellos, saludándonos. Jay mantiene su distancia al igual que Adela.

–¿Princesa, lista para entrenar? –le hablo a la preciosa pelinegra que tengo enfrente. Aunque sea una odiosa, no se puede negar que es muy linda.

–Estoy lista.

Nos alejamos dejando a nuestros tres amigos atrás, Tania se adelanta caminando delante de mi dándome una hermosa vista de ellas por detrás.

–Se te ve lindo ese enterizo – le digo refiriéndome al uniforme de tela de licra que se adhiere a su piel.

–¿Me estás viendo el culo? – se gira.

–No es mi culpa que tu culo este en mi campo de visión.

Sigue caminando hasta llegar a las motos. Bajamos con ella a la pista donde están las curvas. Ella monta en su moto y se coloca el casco, mientras yo me quedo de pie dirigiéndola, diciéndole qué debe hacer y cómo hacerlo.

–Así no, princesa.

–¿Entonces cómo, Félix? –se queja–. Han pasado dos horas y todavía no lo consigo. Siento que si subo la pierna me voy a caer.

–No te vas a caer, deja de ser dramática.

–Claro, cuando me caiga también me vas a decir que soy dramática.

Amor de carrera (Bilogía Carrera - libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora