Epilogo.

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Opal estaba concentrada en su boceto, de vez en cuando le daba pequeños mordiscos al pastelillo que tenía en frente, pero su ceño fruncido y la forma que en que apretaba sus labios hacia que Flynn estuviera completamente seguro que ella estaba en lo que él había llamado "La zona" Un lugar en su mente que la tenía tan abstraída en su tarea que podría pasar un rinoceronte a su lado y no la perturbaría en absoluto. El por su parte acababa de terminar su dibujo, al inicio iba ser un dibujo tonto de un pastelillo, pero sus ojos siempre se terminan desviando hacia su amiga y termina dibujándola. Soltó un suspiro antes de cerrar su cuaderno, aquello era frustrante.

- ¿Qué te parece? – Le pregunto Opal acercándole el boceto en el que trabajaba. Era un autómata, de cuerpo anguloso e imponente, en los últimos años ella se había obsesionada con aquellas máquinas y soñaba con crear una. Pero aquello era un secreto, sobre todo para su padre.

- Da miedo. – Respondió con franqueza el niño. – Casi tanto como tu madre.

- Ese es el punto, el enemigo tendrá tanto miedo que retorcerá sin siquiera pelear.

- ¿El enemigo? Opal, Corona ha estado en paz desde hace décadas. – Le recordó alzando una ceja. – Deberías hacer uno más bajito y de aspecto simpático, podría ser un mayordomo o algo.

Opal no respondió, simplemente cambio de página dispuesta a hacer un nuevo boceto, pero Flynn la tomo del brazo deteniéndola.

- Ya es tarde y si no volvemos pronto nuestras madres nos mataran. – Le recordó mentira comenzaba a guardar sus cosas.

- Cierto. – Acepto ella mientras imitaba a su amigo guardando sus materiales y terminaba su postre. – Gracias, señor Atila. – Se despidió del gran hombre con un casco con cuernos en la cabeza.

- Los mejores pastelillos de Corona, como siempre. – Lo felicito el joven príncipe antes de salir.

El hombre simplemente asintió y se despidió agitando su gran mano mientras sacaba otra bandeja recién hecha, esos niños eran por lejos sus clientes favoritos.

Opal subió primero a Marcus, que ya era un caballo alto y recio igual que Max. Ella iba atrás desde hacía un par de años cuando comenzó a crecer más rápido que el príncipe, llegando a ser al menos 5 centímetros más alta que él, lo cual Flynn odiaba, su amiga recién tenía 11 años y él estaba pronto a cumplir los 13, sin embargo, sus padres siempre le recordaban que era normal que las niñas se desarrollaban más rápido que los niños, además que los padres de ella ganaban en estatura a los de él.

- Escuche que un emisario de Pittsford vendrá pronto a renovar negociaciones con Corona. – Dijo Opal intentando desviar la atención de la gente que los miraba.

- Esa gente parece un huevo. – Comento Flynn logrando sacar una pequeña risa a su amiga.

- Si es cierto, y tienen un pésimo temperamento. – Reconoció mientras ocultaba levemente su cara en el hombro de su amigo.

Siempre la gente los miraba cuando estaban juntos, sobre todo los adultos más viejos, no entendían porque la hija de las 2 personas que traicionaron Corona era tan amiga del príncipe y los dejaban pasear solos, no confiaban en la capitana ni el ingeniero real, mucho menos después de que se casaran, pero les daba mucho miedo mostrar su molestia ante personas tan peligrosas, pero esa niña no era peligrosa... Aun.

- Creo que eso siempre le pasa a la gente muy pequeña, tienen a compensar su falta de altura con un pésimo temperamento. – Dijo mientras estiraba un poco su cuello hacia atrás intentado confortarla.

- Tiene sentido, por eso andas de tan mal humor últimamente. – Dijo divertida sabiendo que eso molestaría a Flynn.

- Ya veras, cuando sea un adulto seré más alto que tú y más fuerte que cualquiera. – Dijo con orgullo digno de su padre. – No solo seré el príncipe mi guapo de Corona, sino de la historia. Y vas a tener que pedir una cita para poder verme. Te recuerdo que estos pómulos aparecen muy rara vez.

La hija de CassandraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora