Salidas e intentos.

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Estaban tontos, los dos. Si creían que él, Fred Weasley, se  quedaría sentado y cruzado de brazos  estaban muy equivocados. Había cometido el estúpido error de gritarle a Luna, de culparla y de haberla engañado. Ahora trataría de que ella lo perdonara. Haría lo que fuera, todo por recuperarla y por volver a estar con ella.

Mientras tanto Luna se terminaba de arreglar en su apartamento. Faltaban unos minutos para que Erick pasara por ella. Le animaba un poco la idea de salir con un amigo, aunque ciertamente prefería quedarse en casa trabajando o simplemente viendo televisión. Finalmente terminó de arreglarse. Se miró al espejo, realmente se veía bien. Un vestido azul de tirantes hasta la rodilla, unas zapatillas de tacón bajo a juego. Ni siquiera sabía porque se había puesto el vestido, era una simple cena. Suspirando tomo su bolso y se dispuso a salir de su apartamento, esperaría a Erick en la recepción. Abrió la puerta y sintió que el alma se le caía a los pies. Ahí parado con una mano en su bolsillo y con un ramo de rosas blancas en la otra, estaba Fred con la boca abierta.

-¿Qué haces aquí? -preguntó Luna en un tono frío a pesar de que por dentro su corazón palpitaba con fuerza.

-Yo... estas... ¡Wow! -balbuceó el pelirrojo mirándola de pies a cabeza. Todo pensamiento se había borrado de su mente y ahora solo tenía el deseo de besarla.

-¿Qué haces aquí? -repitió Luna firmemente sintiendo que su corazón se aceleraba cada vez más.

-Yo... -tartamudeó Fred mirando aquellos ojos azules que tanto le gustaban -...vine a disculparme por...

-Lo siento, pero tengo prisa -cortó ella duramente. Sentía las lágrimas agolparse en sus ojos, pero ella no le iba a dar el placer de verla llorar.

-¿Saldrás con alguien? -preguntó Fred evidentemente celoso.

-Aunque no fuera así, no es de tu incumbencia -replicó la rubia antes de darle la espalda para cerrar la puerta de su departamento, aseguró la cerradura y volteó de nuevo -. Adiós.

-Espera -pidió Fred -. Por favor escúchame.

-No, escúchame tu a mi -ordenó Luna alzando un poco la voz -. Fuiste un completo idiota...

-Lo sé -coincidió Fred en un susurro que fue audible para la rubia.

-Me alegro que lo sepas -dijo Luna sarcásticamente -. Sinceramente en este momento no quiero verte, ni oírte ni saber nada de ti. Así que lárgate y no me busques.

-¡Pues no lo haré! -Exclamó Fred -Vendré todos los días, me quedare afuera de tu puerta, dormiré aquí si es necesario, haré todo lo que pueda para que me perdones, ¿entiendes? No voy a descansar hasta que lo hagas.

-Suerte con eso -deseó Luna pasando a su lado -. Pero  te aconsejo que no malgastes tu tiempo en mí... hay muchas más que desearían estar en tu cama en este momento, ¿Por qué no vas con ellas? -la voz le tembló débilmente y sin esperar respuesta entró al elevador.

Fred se quedó estático, dejo caer el ramo que traía al piso y lentamente el quedó sentado. Sin poder evitarlo, las lágrimas comenzaron a salir. Se sentía estúpido. Se odiaba, se aborrecía. El solo pensar que Luna estaría con otro hacia que su corazón punzara de dolor. Estaba enojado, pero no con Luna ni con el tipo con el que saldría, sino con el mismo, por ser tan idiota, tan estúpido, tan imbécil, tan él. Por ser Fred Weasley, el soltero empedernido que se había enamorado de la tierna y linda Luna Lovegood.

Con una sonrisa en el rostro Ron llegó a casa de los padres de Hermione aquella tarde. Era una idea excelente la que le había dado Charlie, sin dudas. Tocó el timbre esperando que Hermione o Rose abrieran, sabía que los señores Granger aun estaban en la clínica que ambos tenían. Y efectivamente segundos después la puerta se abrió.

Un amor para siempre (Romione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora