PART ONE: the beggining

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El reloj sobre el buró de Ann sonaba lo suficientemente fuerte para despertar a la chica, quien abrió un ojo y en seguida lo volvió a cerrar deslumbrada por la luz natural que entraba desde su ventana. Bostezo y comenzó a tallar sus ojos obligándose así misma a poner un pie fuera de la cama y meterse a la ducha. Se maldecía así misma por haber quedado con Steve Rogers tan temprano, ahora mismo se arrepentía pues aún tenía sueño.

Tomó su bata de baño y se adentró en este ignorando por completo los gritos que resonaban por todo el lugar, no era nada nuevo para la rubia, sus padres peleaban las veinticuatro horas del día los siete días de la semana. No había nada que ella pudiera hacer para cambiarlo y su madre no estaba dispuesta a ser divorciada y madre soltera, según palabras de Alice, su madre, no era bien visto para la sociedad que una mujer se separase de su esposo. Según esto había ideales de esposa perfecta que debía seguir y el divorcio ni siquiera era una opción en aquel entonces. Ann no la culpaba pero tampoco estaba de acuerdo. Bien podrían tomar un día sus cosas y salir de ahí, o bien, podrían tomar las cosas de Thomas, su padre, cambiar las chapas de las puertas y dejarlo en la calle. Pero tampoco era una opción.

Ann Wembley odiaba a su padre, por más fuerte que esto sonará, pero no se sentía mal por eso ya que ella sabía perfectamente que el sentimiento era mutuo. En su corta vida de dieciséis años jamás escuchó un "te amo" de su parte, mucho menos un "estoy orgulloso de ti, hija", vaya, ni siquiera era capaz de llamarla  "hija", siempre la llamaba por su nombre aunque eran pocas las veces en las que ambos intercambiaban palabras. Usualmente solo era para pelear, cuando la casa no era invadida por los gritos de Alice y Thomas, era porque se cambiaba a los de Ann y su padre. Su madre siempre lo defendía y lo defendería a él, para ella, Ann era una joven rebelde que no tenía un solo respeto por su padre y en cambio por más que escuchara a Thomas llamarla "pequeña puta", "zorra" o demás apodos denigrantes nunca sería capaz de exigirle respeto hacia su hija.

Su casa y su familia eran un infierno para Ann, por eso solía pasar más tiempo fuera de esta con su gran e inseparable amigo; Steve Rogers. Quien al contrario de ella, el tenía una gran familia llena de respeto y amor. El rubio conocía a la perfección todos los problemas que Ann cargaba día con día y era por eso que intentaba hacerla feliz aunque sea por un rato. Y claro, como era de esperarse, Alice no veía una amistad en ellos, al contrario, veía un gran prospecto de matrimonio para su hija lo cual solía fastidiarle a ambos ya que las insinuaciones por parte de la mujer llegaban a ser pesadas, podían ir desde pequeñas indirectas hasta preguntas bastante directas como aquella vez en la que le preguntó a Steve cuando le daría el anillo a su hija. Un momento bastante incómodo para ambos y desde aquel día Ann no volvió a invitarlo a cenar.

Ann, luego de quince minutos o poco más, salió de la bañera y comenzó a cambiarse, optó por un vestido blanco con flores pequeñas que llegaba poco mas abajo de la rodilla y con un corte V en la parte del escote, este no mostraba mucho pero aún así ya podía escuchar los insultos de su padre en cuanto la viera. Cepillo su cabello y lo dejo tal como este era, lacio. Eso le causaba conflicto a su madre ya que todas las señoritas del barrio lo usaban ondulado y peinado, pero Ann se vestía y arreglaba para ella misma así que no le importaba lo que los demás pensaran se ella, ni siquiera sus padres.

El timbre resonó por toda la casa dando aviso a que Steve ya había llegado, miró su pequeño reloj de muñeca tratando de leer la hora; las once en punto, Steve siempre era puntual. Termino de colocarse el labial carmín y se dispuso a bajar las escaleras.

— ¿Es Steve?— preguntó su madre con emoción.— Invítalo a pasar, el desayuno ya está listo.

— Me gustaría pero justo a eso vamos, quizás en otra ocasión.— se disculpó besando su mejilla lista para correr hacia la puerta. Sabía lo que venía y no quería estar dentro para cuando ocurriera.

— ¿De nuevo vas para la calle? ¡Niñata mal criada! Seguramente ya vas de puta con el primer valiente que se te acerque.—se escuchaban los gritos desde la escalera. Ann suspiro pesadamente y abrió la puerta principal encontrándose con Steve.

— Hola, ¿estas list...?— no pudo terminar su pregunta pues la chica lo tomó de la mano y comenzó a correr sin parar por las calles de Brooklyn huyendo de su padre. Steve iba casi arrastrado por Ann, este ya no podía mas y la rubia parecía no tener intensiones de parar.

— A-Ann, para por favor.— suplicó. La chica lo miró de reojo y asintió metiéndose en uno de los tantos callejones que adornaba la zona soltando finalmente a Steve permitiéndole descansar.

— Perdóname, Thomas venía en camino y...— Steve lo la dejo terminar, ni siquiera debía de darle una explicación, el mejor que nadie conocía la relación con sus padres.

— Lo... lo imagine.— respiro con dificultad y Ann supo inmediatamente de que se trataba.

— Steve, lo siento tanto, ¿necesitas tú inhalador?— preguntó preocupada, el rubio se negó.

— Estoy bien, solo dame un momento. Corrimos como diez cuadras, Ann, ¿haz pensado en ser atleta?— preguntó pegando una carcajada por su propio chiste.

— Lo he considerado.— respondió divertida.— ¿Qué plan tienes para hoy?

— Bueno, un viejo amigo regresó aquí al barrio y tengo planeado presentártelo e ir los tres a desayunar a tu lugar favorito.— el semblante de Ann cambio por completo al escuchar a Steve. No le agradaba la idea.

Ann no era mucho de hacer amistades y mucho menos cuando se trataba de hombres, no le agradaba los ideales que algunos tenían y mucho menos los comentarios incómodos que estos llegaban a hacer, en pocas palabras, Ann odiaba a los hombres y les temía.

— No te preocupes, Ann, no es un imbecil como el resto.— añadió divertido al notar como su expresión había cambiado. — Jamás te expondría a ese tipo de hombres.

— Bien, sabes que confío en ti, Steve.— nuevamente le regalo una gran sonrisa a su amigo quien asintió alegre.

Al llegar al parque más cercano, el rubio parecía impaciente y con la vista buscaba a alguien. Ann también buscaba al amigo de Steve pero era inútil, no lo conocía y no sabía como era específicamente por lo que dejo de hacerlo.

— Hemos quedado de vernos aquí, no contemple que tendríamos que huir de tu padre por lo que estamos algo retrasados.— se rascó la nuca nervioso y continuó buscando.

— ¿De verdad tienes otros amigos?— preguntó la chica ganándose una mala mirada por parte de su amigo. La rubia lo ignoro por completo y comenzó a reírse por su propio chiste.

— ¡Ah, míralo! Ahí está.— anunció tomando la mano de Ann y como anteriormente ella había hecho con el, la llevo a rastas hasta la posición del chico, quien se encontraba sentado bajo la sombra de un árbol recostando  su torso sobre el tronco de este.

— ¡Amigo! No sabes cuánto gusto me da verte.— saludo Steve dándole un fuerte abrazo al hombre. Ann pudo notar lo alto que era, Steve y ella le llegaban poco más abajo de los hombros.

— A mi también me alegra mucho verte. Te extrañe, hermano.— palmeo su espalda.— Hola, soy James Barnes y tú debes de ser...— se quedo callado un momento esperando a que Ann se presentará.

— Ann, Ann Wembley.— la chica quedó sorprendida por el gesto de James, pues este tomó su mano y besó el dorso de esta haciéndola sonrojar por completo.

— Es un placer, Ann Wembley.— dijo con cierto tono coqueto.

Ann quedo embobada con lo guapo que era el hombre frente a ella, cabello negro bien peinado, sus ojos oceánicos no dejaban de mirarla de arriba a abajo de la misma forma en la que ella lo hacía, sus labios eran ligeramente rosados y de un buen grosor. Parecía el hombre más perfecto que había visto en su vida, pero debía de controlar sus hormonas pues sabía que ni en un millón de años alguien como el se fijaría en ella.

LOVER BOY━━ BUCKY BARNES.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora