Los pájaros cantaban indicando que el sol había salido, la luz que este reflejaba entraba por la ventana de la habitación. Dalia abrió los ojos de golpe sabiendo que un nuevo día había llegado.
– Buenos días amor mío – dijo mientras observaba un enorme póster de su celebridad favorita
Aunque hasta ahorita a sus ojos puede ser solo una chica de diecisiete años obsesionada con su celebridad favorita y demasiado positiva como para iniciar así el día; ella no era así, las paredes de su cuarto y aquellos pósteres eran los únicos que podían presenciar ese lado de ella.
Su mañana fue demasiado rutinaria, desayuno, alistarse para el colegio y despedirse de sus padres con una enorme sonrisa.
– Te lo digo Dalia, la fiesta de anoche fue asombrosa – hablo Grettell, su mejor amiga mientras caminaban con dirección al colegio
« – Hey, tus ojos verdes parecen enormes aceitunas – dijo divertida una niñita de once años enfrente de Dalia en los juegos de su colonia
– frunció el ceño – Eso fue grosero – se enojo la pelirroja
– Era un cumplido – aclaró Grettell
– Oh – respondió una Dalia puberta
Ambas sonrieron mientras caminaban con dirección a los columpios para divertirse un poco.»
Lejos de ser una historia encantadora de como comenzo una amistad la verdad es que no era muy relevante pero ambas se querían demasiado apesar de ser tan distintas.
Grettell era esa chica que todos veían como tierna e inocente, sabía esconder muy bien sus amoríos y si alguien se enteraba de alguno no era chisme, era por que ella quería que el mundo lo supiera, extrovertida pero consciente, esas palabras la describían a la perfección; en cambio Dalia era más o menos como un ratoncillo de biblioteca, no era inocente, ni tonta, solo que socializar no era su actividad favorita y aunque solía agradarle a todos con los que hablaba ella no se sentía cercana a nadie más que a Grettell, podías jurar tener su confianza por que te hacía sentir así pero no, era realmente cerrada con sus sentimientos y sus cosas.
– Supongo que para la otra iré – mintió la pelirroja
– Detesto que me mientas – gruño Grettell – Nunca sales de casa después de las ocho de la noche, eres rara
– suspiro – Ya hemos hablado de esto Grettell, prefiero dormir temprano o leer a esa hora – sonrió
– Lo único que realmente envidio de eso es lo preciosa que esta tu piel – confesó la pelinegra. Y es que era verdad, gracias a que Dalia dormía temprano, se alimentaba bien y no tenía tantos malos hábitos es que su piel lucia radiante la mayor parte del tiempo, sin ojeras, sin espinillas, una verdadera piel de bebé.
– Entremos a clase – dijo Dalia para desviar ese tema que tanto le incomodaba, sus razones para no salir después de las ocho de la noche eran más raras de las que algunos imaginaban.
El día transcurrió normal, clases, charlas y tareas hasta que llego la hora del almuerzo. Dalia y Grettell se encontraban en una de las mesas de la cafetería con un par de amigos a su alrededor.
– Jade se ha pasado de copas anoche y ha hecho un show enorme – contaba Lorena – Pobrecita
– ¿Pobrecita? – dijo irónico Froy – Se acabo toda la botella de vodka y tuve que beber cerveza – hizo mueca – ¡Lo peor es que no puso ni un peso! – habló alterado
– Tremenda gorrona – carcajeo Grettell – ¿No es así Dalia? – trato de incluirla a la conversación
– Deberían hacer más privadas sus reuniones si no quieren que personas así vayan – se encogió de hombros sin despegar la vista de su libro
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Compras Nocturnas ©
RomanceLa noche era totalmente misteriosa para Dalia; por que se dormía a las ocho de la tarde, y si ese no era el caso aún así no salía de casa después de esa hora. O al menos eso decían los demás de ella. En el caso de Lorenzo, era totalmente al revés...