Capítulo 29

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¿Creen en las hadas?

Dalia necesitaba de una que cumpliera cada uno de sus deseos para así eliminar sus sentimientos por Lorenzo, para que avanzar fuese más fácil.

¿Creyeron que dejaría la universidad y volvería llorando a casa justo como Froy lo sugirió?

No, así no era Dalia. Tras pensarlo toda la noche y hablar con Isabela mientras Froy dormía decidió quedarse y sentar cabeza. Ella era más fuerte que aquello y definitivamente no moriría sin Lorenzo.

Pero había algo más, algo que no la dejaba avanzar. Se sentía mal, sentía que lo había dejado atrás que no había sido de apoyo para él y eso no le permitía soltarlo por completo.

—¿Alguien trae un chocolate? —preguntó el profesor Gael mientras observaba a Dalia dormir en la butaca

—¿Por qué maestro? —preguntó Rodrick, uno de sus compañeros

—Para ver si eso mantiene despierta a la señorita Solari —dijo antes de golpear un libro sobre su escritorio y despertar a la pelirroja a causa de eso

El grupo estalló en murmuros y risas como si fuese la broma del siglo. La universidad no esta llena de personas decentes e intelectuales como te lo pintan tus padres, solo es igual a las demás etapas pero con más responsabilidad.

—Payaso —pronunció un chico al fondo de la clase

Dalia se incorporó apenada y agradecida con el chico que si era honesta jamás había visto.

—Vincent estás castigado —soltó enojado el profesor

—¿Castigado? —preguntó divertido Vince

—Reprobado en mi materia

—Genial —sonrió de manera falsa para luego tomar su mochila e irse

Dalia quedo impresionada, nadie había tenido los pantalones para decirle algo así en la cara a ese profesor, y es que su actitud era muy poco profesional. El salón quedo en silencio mientras que el profesor Gael trataba de incorporarse pues había quedado encorvado por la reacción de Vincent.

❥︎

Reparar las bicicletas de los niños del pueblo no era parte de su trabajo sin embargo disfrutaba tanto el hacer feliz a los demás y en especial si eran niños.

¿Se han dado cuenta que son los que más sufren?

Sufren por decisiones que ni siquiera son suyas, sufren por los errores de alguien más, sufren porque eso les toco. Por ello Lorenzo era muy amable con ellos.

En sus planes el ser padre no era algo que anhelará pero adoraba pasar tiempo con los niños. Le recordaba a cuando Roma estaba pequeña y ahora que pasaba más tiempo solo le gustaba convivir con quien fuera.

En gran parte aquello era porque él igual la extrañaba, sus días se habían vuelto demasiado asfixiantes sin Dalia, sin su madre y sin sus sueños; tal vez no sabía con exactitud lo que quería en su vida pero el destino le había quitado la oportunidad de pensarlo.

—¡Louis! —grito Lorenzo al ver pasar al castaño con un cigarrillo en la mano

—Hey —sonrió mientras se acercaba a él

—¿Desde cuando fumas? —cuestionó el pelinegro con el ceño fruncido —Roma detesta el olor a tabaco

Suspiro. —Sí, ella me detesta —se encogió de hombros

—No lo hace —rodeo los ojos

—¿No? —preguntó sarcástico —En la escuela prefiere irse por otro lado a pasar junto a mí

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