𝖳𝖾𝗇

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Pesadillas, pesadillas, pesadillas. Las noches de Arantza se podían resumir en esa sola palabra. Su mente la torturaba con distintos escenarios cada noche, ninguno parecido a los otros. Una noche podía soñar con la muerte de Victor y que el hueco iba detrás de ella, otra noche sonaba con Clearwater y revivir todo lo que le hizo, pero había una pesadilla que parecía ser más recurrente que las otras: un hombre y una mujer pidiéndole repetidamente que se calmara justo antes de explotar, literalmente.

Una mañana durante el desayuno Arantza le pidió a Alma hablar con ella respecto a las pesadillas, a lo que Alma acepto y la citó en la biblioteca a las 4 de la tarde.

Después de casi un año volvió al cobertizo donde había dejado varios proyectos, desde la partida de Abe había dejado de pasar tiempo allí, por lo que antes de utilizarlo debía limpiarlo a fondo. Mientras lo hacía el mensajerito llegó sosteniendo una hoja, pero esta no era una carta o una nota, sino un dibujo hecho a lápiz en el cual aparecía ella sentada a la sombra de un árbol con un libro en las manos, sin poder evitarlo Arantza sonrió.

Mientras tanto, Enoch se jalaba el cabello con fuerza, preso de la vergüenza dado que el maldito muñeco que se suponía debía hacer lo que él le ordenara había tomado uno de los dibujos del escritorio y salió corriendo, no lo notó hasta que se asomó por la ventana y lo vio corriendo con el papel hacia el cobertizo. Por increíble que pareciera, en ese muñeco creado con partes de otros había un apice de inteligencia, o instinto de supervivencia, porque no volvió hasta que Arantza lo hizo e incluso dentro de la casa nunca se separó de ella, sabiendo el peligro que corría su existencia.

Alma, por otro lado, temía por su niña, sabiendo la razón y la verdad detrás de sus frecuentes pesadillas Alma tenía que hacer que ella supiera, y también tenía que enseñarle a controlarlo, pues otro arranque de esos podría costarle la vida a alguien.

— ¿Señorita Peregrine?— la voz de la chica llegó a sus oídos, sacándola de su trance, alma alzó la cabeza y le sonrió, para después invitarla a pasar.

— Querías hablar sobre tus pesadillas, ¿no es así, querida?— preguntó con serenidad a lo que la muchacha asintió mientras se sentaba al otro lado del escritorio— Bien cariño, debes entender primero que tus pesadillas son, más que nada, recuerdos, recuerdos de eventos pasados.

— Sí, entiendo eso— respondió Arantza mirando sus manos entrelazadas— sé que una es la muerte de Victor, la otra es... Clearwater, pero hay una que se repite más que las otras dos, esa no la recuerdo, no se de donde salió ni quienes son esas personas.— Alma apretó los dientes, por primera vez en su vida no sabía que decir, pues antes que nada debían abordar el tema de las emociones literalmente explosivas de Arantza, pero ella no querría cambiar de tema, y soltarle la verdad de un momento a otro podría significar una de esas explosiones.

— Arantza...— se levantó de su silla tras el escritorio para buscar en la estantería cercana algo que estaba bastante escondido— ¿Recuerdas esto?— cuestionó, mostrando a la chica una botella de vidrio con forma de una gota.

— Un poco, es lo que le dio la señorita Agatha, justo antes de venir aquí, ¿no?— Alma asintió con una sonrisa tensa, pregunto si sabía que contenía, a lo que la niña negó.

— Esta botella contiene tus recuerdos... Recuerdos de antes de conocer incluso a Avocet— Peregrine suspiró, tomando asiento en la silla junto a la de Arantza— Hay tantas cosas que debes saber, y las sabrás, a su debido momento— dijo tomando la mano de la niña—, y confía en mí cuando te digo que no te lo diré ahora mismo por tu bien y el de todos en esta casa. — continuó antes de que Arantza pudiera decir algo.

— Confío en usted, señorita Peregrine— dijo la niña después de unos segundos de silencio y Alma suspiro aliviada.

— Gracias mi niña— le mostró una sonrisa sincera antes de soltar sus manos—. Respecto al otro tema, la explosión de tus cristales, creo que tengo una respuesta para eso— se levantó para dejar la botella en el lugar de dónde la había tomado mientras explicaba—: eres de esos pocos peculiares cuyas emociones están estrechamente ligadas a tus poderes, es por eso que cuando te sientes abrumada se desbordan.

— Explotó. — dijo Arantza en un susurro, a lo que Alma asintió.

— Es por eso que no puedo decirte todo lo que quieres saber justo ahora, sé cuánto te puede afectar, entenderás que debo ver por el bien de todos en el hogar— la muchacha asintió con pesar.

— Soy peligrosa.

— No, no eres peligrosa para nadie en esta casa Arantza, solo debes aprender a lidiar con las emociones que pueden llegar a abrumarte. — la mujer volvió a sentarse junto a la chica— tal vez no pueda ayudarte a controlar tu poder, pero puedo enseñarte a manejar correctamente tus emociones y con eso tal vez, y solo tal vez, evitar que exploten sin previo aviso.

— ¿Si controlo mis emociones podría aprender a controlar mi poder?

— Eso depende de ti Arantza, puedes hacer lo que te propongas siempre y cuando seas constante en ello, pero por ahora, concentremonos solo en gestionar tus emociones— Arantza asintió—. Has pasado mucho tiempo en la biblioteca últimamente, supongo que ya les habrás dado un vistazo a los libros de meditación.

— No realmente, no me llamaron la atención, así que los evité.

— Te recomiendo que les des una hojeada, a partir de mañana te esperaré en la biblioteca todas las noches y comenzaremos a practicar meditaciones antes de dormir.— Arantza, sintiéndose sin muchas opciones, asintió y, pidiendo permiso, procedió a retirarse de la oficina.

Minutos después, mientras observaba por la ventana hacia el jardín donde jugaban los niños, Alma pudo ver a Arantza, sentaba bajo un árbol abrazando sus piernas contra su pecho y apoyando la cabeza en las rodillas, vio también como Enoch se acercaba cautelosamente y se sentaba del otro lado del árbol, el chico dijo algo que logro hacer que Arantza levantara la cabeza, luego estiró su mano en dirección a ella, segundos después la muchacha unió su mano temblorosa con la suya, dijo algo, a lo que Enoch cerró los ojos, sonriendo y recargando la cabeza en el tronco del árbol.


Lamento la tardanza. No diré nada más al respecto.

Por otro lado quería pedirles su opinión acerca de un nuevo fic que estoy desarrollando, la premisa es la siguiente:

Tras una tragedia en el anterior bucle al que pertenecían, un vampiro y una mujer lobo se convierten en los protectores letales del Hogar de Miss Peregrine. El vampiro falla estrepitosamente en la misión de no encariñarse con ningún habitante del hogar, cayendo en el confuso encanto del que él mismo llama "hijo de la muerte", Enoch O'Connor.

Crystals (Enoch O'Connor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora