Sixteen

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Tres horas después de aquella difícil conversación, todos los habitantes del hogar se encontraban alterados buscando a la chica de ojos verdes, en especial un par de ojos marrones que había mandado a todos los muñecos funcionales que tenía a buscar a Arantza.

La querida niña había salido de la biblioteca con un frasco en sus manos y sin dirigirle ni la mirada a nadie salió de la casa, nadie la había visto desde entonces, faltaban solo dos horas para el reinicio y era peligroso estar fuera del hogar cuando oscurecía. Lo único que calmaba un poco la ansiedad de los habitantes era que el cristal de miss Peregrine no indicaba que estuviera en ningún tipo de peligro.

El Ave le había contado a Enoch un poco de la conversación que tuvo con la chica, así como el contenido de los recuerdos a grandes rasgos, por lo que Enoch estaba al tanto de la situación y se había hecho una idea de como se sentía Arantza.

Otra hora había pasado, el sol se había ocultado, la lluvia comenzaba a caer y los aviones ya sobrevolaban la Isla.

Enoch decidió salir él mismo a buscarla, por lo que tomó una linterna, un abrigo para él y otro para ella, avisó a la matriarca que saldría y se fue, esperando que su querida Arantza estuviera bien.

Se encontró con el mensajerito a mitad del camino hacia el pueblo, el muñeco llamó su atención jalando su pantalón y guiandolo hacia la cueva. Ella salió del bucle.

Una vez afuera no le fue para nada difícil encontrar a la chica, estaba sentada en el suelo apenas oculta entre los árboles, abrazaba sus rodillas y miraba a algún punto frente a ella.

— Ya está aquí. — la escuchó susurrar en el momento en que llegó junto a ella.

— Puedes no hablar de eso si no quieres, pero no me iré de tu lado hasta que lo hagas— dijo el chico mientras se sentaba en el suelo recargando su espalda en el mismo árbol que ella y dando un breve vistazo a su reloj de muñeca—, sin embargo, tengo que avisarte que tan solo me queda hora y media afuera del bucle, debido a que he estado por mucho más tiempo dentro de uno, el tiempo me alcanzará y comenzaré a envejecer, solo tengo una hora y media y no me iré de aquí sin ti.

Arantza no dio señales de haber escuchado lo que dijo, o siquiera de haberse percatado de su presencia. Enoch, pendiente del reloj y los alrededores, notó el frasco de vidrio hecho trizas junto a los pies de la chica, así como pequeñas heridas en esa parte.

— Arantza— la llamó Enoch con sutileza después de 20 minutos, al no obtener respuesta se resignó a seguir en silencio hasta que ella quisiera hablar o pasara una hora, lo que ocurra primero.

El corazón del chico se apretó en su pecho escuchando los leves sollozos de aquella bella criatura que desde bastante tiempo atrás se infiltraba en sus pensamientos. Cautelosamente acercó su mano a la de la chica, apenas un roce suave y lleno de nervios, pero cuando Arantza en un movimiento rápido atrapó su mano y la entrelazó con la propia una sensación  inexplicablemente agradable recorrió su cuerpo, haciéndole cerrar los ojos y suspirar levemente.

La hora restante pasó y la querida Arantza no había vuelto a moverse siquiera, Enoch comenzaba a sentirse extraño, por lo que decidió volver a intentar hablarle.

— Arantza— esta vez obtuvo un leve murmullo, indicándole que lo escuchaba—. Tenemos que volver al bucle. — habiendo recibido otro murmullo de afirmación, Enoch se levantó, sacudió la tierra de sus pantalones y le tendió la mano a Arantza para ayudarla a ponerse en pie.

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⏰ Última actualización: Oct 19 ⏰

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Crystals (Enoch O'Connor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora