𝖳𝗐𝗈

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Arantza examinaba meticulosamente el cristal en sus dedos, había pensado en cortarlos y que los chicos los usarán en forma de collar o un brazalete sencillo, ya que a menudo se cortaba las manos cuando tenía que usar varios a la vez por cualquier motivo.

— Veamos si esto funciona. — Murmuró luego de enredar el cristal en el pedazo de lazo.

— ¿Dijiste algo? — cuestionó Enoch, haciéndola recordar que no estaba sola en el cobertizo, donde había montado su pequeño taller para crear y tallar los cristales.

— El cristal— respondió ella con emoción— el que puede ayudarte a alargar el tiempo de vida de tus muñecos— se acercó a él— ¿lo quieres como collar o brazalete? Puedo ajustarlo a cualquiera. — Enoch la miró extrañado, pero extendió su mano, Arantza sonrió y ató el lazo a la muñeca de Enoch, rozando, accidentalmente a propósito, su mano con la de él.

— ¿Ahora que hago? — preguntó Enoch cuando Arantza se separó de él.

— Ve a hacer lo que haces siempre con tus muñecos, avísame si sientes algo raro y cuánto tiempo duran vivo tu muñeco. — Enoch asistió y se fue, dejando a Arantza, ahora sí, sola en el cobertizo.

Continuó cortando cristales, tarareando melodías y repasando algunas cosas de las clases que Peregrine les daba, así como recordando los bellos diseños que le había mostrado Horace. Pasó el tiempo suficiente para cortar un cristal en un cubo casi perfecto.

— ¿Arantza? — Llamó Olive antes de abrir la puerta y entrar.

— ¿Si? — respondió ella dejando de lado su trabajo.

— Enoch me dijo que te llamara, algo sobre el muñeco, me parece.

Arantza suspiro pesadamente y se dirigió a la habitación del mencionado.

— ¿Ya se los pusiste? — preguntó en cuanto se posicionó a su lado.

— Lleva 15 minutos y no ha muerto, ya es tiempo récord. — respondió Enoch con cierto orgullo en su voz.

— Recuerda solo debes pensar en cuanto tiempo quieres que dure, según mi predicción debe durar cuánto tú decidas y, si lo decides, volver sin necesidad de un nuevo corazón. — el chico asintió y miró al muñeco, que estaba sentado en la orilla de la mesa, viendo fijamente hacia algún punto de la pared y balanceando las piernas.

— 5 minutos más. — sentenció Enoch, el muñeco lo miró por unos segundos y luego volvió a perderse en el punto de la pared.

Arantza no despegó la vista del viejo reloj que le regaló la señorita Peregrine al cumplir los 13 años, al igual que Enoch que miraba atentamente el propio.

Pasados los 5 minutos exactos el muñeco de desplomó en las piernas de Enoch, el tiempo que duraba ese muñeco era de apenas 57 segundos exactos.

— Intenta que vuelva— dijo Arantza asombrada— no lo toques, solo piénsalo— Enoch cerró los ojos concentrándose en lo pedido, a los 34 segundos exactos el muñeco volvió a ponerse de pie y subir al escritorio mirando atentamente a ambos, que estaban más que fascinados.

— Es increíble— comentó Enoch abandonando su seriedad característica y poniéndose de pie analizando el muñeco que nuevamente lo observaba con intensidad—. Eres brillante, Arantza.

— Gracias— la chica le dio una sonrisa ladina y sonrojada—. ¿Sientes algún efecto secundario? ¿Cómo dolor de cabeza, mareo, náuseas o algo fuera de lugar? — le preguntó Arantza a Enoch.

Crystals (Enoch O'Connor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora