𝖲𝗂𝗑

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El amor es algo difícil de explicar, algunos lo describen como una sensación agradable, como un calor abrazador que emerge del pecho y de expande por el cuerpo dando una sensación de calma y alegría.

Otros lo describen como una sensación extraña, un nudo en el estómago que hace que te den ganas de vomitar, sentir tus mejillas arder cuando esa persona te sonríe o simplemente existe, la sonrisa boba que se forma en tu cara cuando estás con esa persona.

A Enoch le molestaba sentirse así cuando estaba con Arantza, desde que Victor murió ella tiene pesadillas constantes, por lo que Enoch se pasa la mayor parte de la noche con ella, velando por su sueño y sacrificando el propio.

La muerte de Víctor aún era una herida abierta, la buena noticia era que Bronwyn había vuelto a comer, la mala era que Arantza pasó el último mes en su habitación desarrollando un nuevo proyecto de protección.

El proyecto eran varios cristales, cada quien llevaría uno atado en su muñeca de forma obligatoria, dicho cristal estaría de alguna forma vinculado al de Miss Peregrine, éste se calentará y cambiará de color dependiendo de quién está en peligro, Arantza les había asignado un color a cada uno: azul claro para Emma, rojo anaranjado para Olive, rosa para Claire, azul oscuro para Millard, amarillo para Hugh, verde para Fiona, verde azulado para Bronwyn, café claro para Horace, café oscuro para Enoch, dorado para los gemelos, violeta para ella y negro para indicar que todos corrían peligro.

Le llevo un mes entero, pero logró crearlos y hacer que funcionarán a la perfección ¿Cómo supo que funcionaban? Poniéndose el suyo y asomándose peligrosamente por la ventana, si el cristal destinado para Miss Peregrine cambiaba de color era que funcionaba, estuvo apunto de caerse un par de veces pero se sostuvo bien del marco de la ventana.

Finalmente cuando todos funcionaron a la perfección, salió de su habitación y fue en busca de Miss Peregrine, la encontró en la cocina preparando té, iba vestida completamente de negro, de luto.

— ¿Puedo hablar con usted un momento?— preguntó Arantza.

— Claro— respondió Miss Peregrine con una pequeña sonrisa, acontinuación Arantza acomodo todos los cristales en la mesa de dentro de la cocina y le explicó a Miss Peregrine el funcionamiento ellos y a quien correspondía cada color, mientras ella hablaba Miss Peregrine la observaba atentamente y asentía de vez en cuando para darle a entender a la adolescente que la escuchaba— es muy lindo de tu parte que te preocupes por los niños— dijo cuando finalmente terminó de explicar todo— y por eso quiero que me prometas algo, si algún día llegará a pasarme algo...

— Señorita Pere...

— Déjame terminar, si algún día llegará a pasarme algo malo, tan malo que no pueda cuidar de ustedes, quiero que me prometas que cuidarás de ellos, que Enoch y tú los van a cuidar— Arantza se quedó sin palabras, sin saber exactamente que decir susurró un «lo prometo»— ya hablé de esto con él y estuvo de acuerdo— dió un largo sorbo a su taza de té— después del desayuno les daremos su cristal a cada uno.


Querida Señorita Peregrine.
Me complace anunciarle que tengo planeado visitarla junto con mis niños algún día de la próxima semana¿Le parece bien? Yo muero de ganas por verla una vez más.
Por favor envíeme su respuesta lo más pronto posible.

Con cariño: E. Avocet leyó la señorita Peregrine en voz alta— creo que con eso queda claro, en unos días la señorita Avocet vendrá a visitarnos y quiero que se vean presentables como siempre y que se comporten— guardo la carta de la señorita Avocet en un bolsillo de su vestido y luego dirigió un mirada sería a sus niños— como ya saben, Arantza les dará unos cristales que por su seguridad deberán llevar atados a su muñeca siempre. — Arantza les fue colocando los cristales correspondientes.

—¿Para que son? — preguntó Hugh cuando Arantza le ato el cristal amarillo a su muñeca.

— Dado a la reciente tragedia de Victor, Arantza creó estos cristales para que, si alguno de ustedes se encuentra en peligro, yo pueda ubicar fácilmente quien está en peligro y dónde está— explicó Miss Peregrine con simpleza, ocultando a la perfección que le dolía la simple mención de Victor.

Luego de eso todos se dispersaron para hacer sus tareas diarias o para comenzar a limpiar la casa, Miss Avocet siempre era bien recibida en la casa al igual que todos sus niños, todos excepto uno: Tobías Clearwater, el chico tenía aproximadamente la edad que aparentaba Arantza, 18 años, llevaba al rededor de 3 años al cuidado de Miss Avocet, solo había ido a la casa un par de veces y ya se había ganado el desprecio de la mayoría de los chicos por su forma morbosa de mirar a las chicas, sobre todo a Arantza, quién se sentía intimidada por su sola presencia e intentaba no quedarse sola en la misma habitación que él.

Victor era quien la defendía y la protegía de él, pero ahora él ya no está, por lo que tendría que arreglárselas sola o mantenerse junto a los demás, lo segundo parecía lo mejor.

La peculiaridad de Tobías era ser cambia formas, es decir, podía cambiar cualquier cosa de su aspecto físico a voluntad.

Los días pasaron y Miss Avocet llegó junto a sus niños antes de la comida, Arantza se sintió terriblemente incómoda durante todo ese tiempo en el que tuvo que estar con él en la misma habitación aunque no estaban solos.

Enoch intentó mantenerse cerca de Arantza como solía hacerlo Victor, Tobías nunca le agradó a Victor y entendió porque cuando el chico le contó la forma en que Tobías miró a Arantza aquella tarde que fueron a la playa, no permitiría que le tocará un solo cabello a su... A Arantza.

Los niños salieron a jugar al jardín mientas Miss Avocet y Miss Peregrine hablaban.

— Ari puedes mostrarnos alguno de tus cristales— preguntó uno de los niños de Miss Avocet, de la edad de Claire aproximadamente, y todos los demás la miraron suplicantes.

— ¿Seguros? Ya se los he mostrado cientos de veces— replicó Arantza con falso tono de fastidio, ante las miradas suplicantes de los niños no pudo negarse, malditos ojos de cachorro— Está bien, iré por ellos, mientras sigan jugando— se levantó del suelo y se encaminó al interior de la casa, sin percatarse de que alguien la seguía unos cuantos metros atrás.

Llegó a su habitación y revisó los estantes llenos de cristales, pensando cual les parecería más fascinante a los pequeños.

— Es impresionante la cantidad de cristales que tiene, señorita Sallow— tan absorta estaba en sus pensamientos que no se percató de la presencia de Tobías Clearwater cerca de ella.

— Señor Clearwater, me sorprendió ¿qué hace aquí?— preguntó sobresaltada, poniéndose a la defensiva casi de inmediato.

— Sólo quería saber cómo es la habitación de la chica de los cristales. — respondió Tobías acercándose un paso, a lo que ella retrocedió dos. Él sonrió de lado, retrocedió y cerró la puerta.

— Señor Clearwater, le pido que se retire de mi habitación, me incomoda su presencia, además de que no es apropiado que entre en una habitación sin ser invitado.

— Demonios ¿Por qué hablas como si estuvieramos en 1813? A nadie le importa lo que es apropiado o lo que no.

— A mí sí, por lo que le pido por favor que salga de mi habitación inmediatamente.

— ¿Es por qué no me parezco a él? — Clearwater se acercó más, por lo que ella trató de retroceder chocando con un estante— Porque si es así, podría verme como él. — una especie de escalofrío recorrió el cuerpo de Arantza cuando la apariencia del chico cambio completamente, siendo una réplica exacta de Enoch— ¿Qué tal ahora?— hasta su voz era idéntica— ¿Me puedo acercar?

— No. Lárgate de mi habitación.

— ¿Tan rápido tira los modales señorita Sallow? Fascinante. — repentinamente se acercó a ella y la tomo de la cintura apretando su rostro contra su cuello.

Arantza gritó tan fuerte como pudo para que se alejara, pero un simple vistazo a la puerta le aseguro que nadie podría escucharla, el cristal silenciador estaba junto a la puerta, brillante, activado. Gritó, pataleo, se sacudió con todas sus fuerzas, pero él era más fuerte que ella, por lo que no tardó el desgarrar su vestido e inmovilizarla en su cama.

Dejo esto por aquí y me retiro lentamente

Crystals (Enoch O'Connor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora