Prólogo. Negro

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Las campanas comenzaron a sonar. Trece campanadas, que indicaban la muerte del rey, perturbaban mis oídos como nunca nada lo había hecho, en los veintitrés años que llevaba existiendo en el maldito mundo. Sin pensarlo dos veces, me cubrí los oídos de la misma manera que una niña pequeña hubiese reaccionado. Quería olvidar aquel maldito sonido. Hecha un ovillo en mi cama, dentro de la habitación en la que había nacido y crecido, en la cúpula de la torre más alta, lloré y lloré.

—¿Puedes llevarme a mi también?—pregunté al cielo cuando pude articular palabra.

Me hubiese gustado poder desaparecer en ese mismo momento, poder extender unas alas invisibles y volar hasta reunirme con el rey, mi padre. Para mi, jamás había sido un gobernante, simplemente era mi guía, mi compañero. No podía perderlo; sin él, estaba completamente sola en el mundo. Me limpié las lágrimas con violencia cuando tocaron la puerta de mi habitación.

—El funeral está a punto de empezar—me dijo Elçin, una de mis hermanas, cruzándose de brazos—Tienes que estar presente, Maeve.

Éramos cinco, vestidos elegantemente, caminando con nuestra madre hasta el jardín, junto al lago, donde se llevaría a cabo el enterramiento. Vesper y Zander, uno a cada lado de ella, pareciendo menos gemelos que nunca aunque sus expresiones de dolor eran idénticas; Sarnai, sin llorar como era debido, pero con los ojos muy abiertos, como si no entendiese que estaba pasando. Elçin caminaba con la cabeza en alto, a paso apresurado, como si estuviese lista para terminar con todo eso de una buena vez. A pesar de que yo era la mayor, en ese momento desearía haber sido la más pequeña, o parecerlo. Mi nombres es Maeve Dilaray Archovin, princesa de los Archovitas; hija del gran rey Cadoc cuyo cuerpo avanzaba frente a nosotros.

—Esto es simplemente un espectáculo más del rey.

No reconocí la voz, pero hubiese ordenado matar al que sacó aquellas palabras de su boca. ¿Cómo se atrevían a mencionar aquello cuando el cuerpo de mi padre estaba todavía caliente en el féretro? Parecía que todo el reino se había reunido junto a nosotros, la familia de mi padre, sus hermanos, llorando a lágrima viva detrás de él. Nosotros, al final, guardando su partida. Por alguna razón, ninguno de los hijos del rey Cadoc lloraba, la tristeza simplemente danzaba sobre nuestras cabezas. De nuevo, los cinco teníamos un enemigo común.

—No puedo creer que asista tanta gente—dijo la misma voz—no lo merecía.

Nada pudo evitar que me girase violentamente. La mano de Sarnai en mi cintura sirvió de apoyo, suficiente para que no me lanzara a la multitud para encontrar a esa persona que seguía susurrando maldades contra el espíritu de mi padre. Ni siquiera me atreví a ver a mi madre, la reina Zephyr, porque ella si que era capaz de mandar a matar a alguien por aquella insolencia. La hermana mayor de mi padre, la condesa Dhara solamente frunció los labios y me dio unos golpecitos en el mentón.

—Mira hacia al frente, Maeve, no les des la oportunidad de crear ningún espectáculo.

¿Qué clase de espectáculo esperaban que montase? Yo solo esperaba poder terminar con todo esto y volver a mi recámara, para poder llorar a mi padre en paz. Como hija mayor del rey, me correspondía a mi encender la pira funeraria, así que todo estaba dispuesto alrededor del cuerpo de mi padre. No recordaba como habíamos llegado hasta ese momento, donde su cuerpo estaba rodeado de madreselvas y rosas para que su aroma absorbiese el espíritu y lo repartiera por todo el reino que con tanto esmero había cuidado.

—Tienes que hacerlo—me dijo Elçin, empujándome hacia adelante.

Desearía que mi madre me hubiese dicho algo, o mis tíos, pero nadie se movía. Recordaba aún la muerte de mi abuela, donde mi padre tuvo que hacer todo el trabajo porque así lo mandaban las tradiciones. Pero yo odiaba aquellas tradiciones con pasión. Respirando profundamente, me di cuenta que aún era un ejemplo para mis hermanos y lo seguiría siendo hasta el día en que fuera yo la que estuviera en una pira funeraria, así que, temblando, me levanté y avancé hasta tomar la antorcha.

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